La gente ha cambiado el carácter como la ciudad de estación. El frío es siempre tan igual que en sus heladas venganzas se contempla como un viejo frío. No se puede calcular el clima que nos acompañara este verano, ni cuanto tiempo más estaré en la morada de Lola. Tan abrigado por sus cortinas de cielo terciopelo, bajadas de alguna lluvia que sin clemencia nos abrazo.
Podría haberme tumbado ahí y solo amarla. Pero a ella le interesaban las cosas, los aromas y el entorno que tendrían nuestros labios. Yo solo me preocupaba de ellos, sus profundos y fijos labios, seguros como ella misma de mi amor. Sus ojos pedían quererla y cada acto era una declaración de guerra, una lucha vísceral por ser amados y por vencerse uno al otro.
Las uñas raspaban las frutas con sólo el miedo que puede tener alguien que ama. Con los días entendí que debía alejarme de Lola, de todos esas horas que son ella, de todos esos colores; Dejar de respirar a Lola, de oler a Lola, de amarla por cada centímetro que nos acercamos al dormirnos.
Tome mis valijas , todos sus besos en mis bolsillos y me fui de casa, porque la distancia entre ella y yo me dará nostalgia suficiente para amarla.
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