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28 diciembre 2010

Reflexión VI

 Mirada inquietante, conducta irasciva, Maritza no despegaba los ojos de la pantalla del televisor, llego a pensar en la teletransportación de diferentes realidades como único medio de salvación de su realidad lenta y perpetua en los huecos más oscuros de un suburbio limeño. A que chucha llaman progreso los jefes de gobierno? A unos puntos menos sobre la tasa de desempleo mientras las bolsas del capital extranjero se llenan de la energía juvenil sin sol ni rabia o un examen que pone a tela de juicio la preparación de los maestros? Ninguno creo yo, mientras este aquí es que no hubo algún “progreso”, menos un cambio.
Cuando me retiraré de este mueble obsoleto, viejo y juez de episodios sedentarios, de canchita, cerveza y sexo oral sin discusión. Nuestra energía era infinita, no teníamos miedo, el tiempo tropezaba y nosotros celebrábamos. Mientras esto pasaba, los malvados reían, se tiraban nuestra plata en prostitutas, “expensive” tragos nosotros utilizábamos el método etílico de ron con gaseosa + cenizas de cigarro, porciones inmensas de desperdicio humano, hígados y sangre. Escuchábamos canciones de amor, violencia, todas menos las propias, eran demasiado bulliciosas. Pero la vida en una caja de música nunca es duradera menos segura, se desgasta con el tiempo y el polvo asesino en los rincones. Cambiemos, nunca seremos tan pasados, renovemos nuestros votos mentales. Trabajemos hasta tarde, mientras las fuerzas no se acaben y la paciencia juvenil no llegue al punto de transformación, comprémonos cosas y olvidémonos de los otros, de nosotros, del niño que fuimos del que podemos ser, ahoguemos los ideales en una tina de licor y amor hipócrita, entreguemos el tiempo a la codicia, a la ciudad y a sus barreras. Conservemos un mundo de apatía y tabaco, luego, pongámonos tristes por que poco a poco el tiempo se acorta y la capacidad de nuestro ipod también. Trabajemos, durmamos, y leamos el tele cable mensual, así estamos bien.
Maritza levantó los pies sobre la mesa de centro, tiró su mano derecha hacia atrás y la izquierda buscaba el control remoto… two and a half men estaba por comenzar.



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10 octubre 2009

Reflexión V

El despertar insaciable de todas las mañanas de septiembre: me entristece saber que no te veré más.

Ni los libros ni las películas románticas sin final feliz serán suficientes para tapar este hueco agrietado, Nublada, me acoplo a la incomodidad de un silla fría, las paredes color humo parecen curvarse en el silencio con el único objeto de adormecer el esfuerzo de una mirada pensativa . Cuando nadie sabe que existo es más fácil ser quien nadie se imagina, la confianza de caminar a ciegas y la compasión por quienes no lo merecen son más sencillos de practicar cuando no eres parte del tumulto. solo sigues tu melodía interna, mescolanza de sunny voices con toques pianísticos pero muy cerca del bombo callejero de pasos al compás de la fatiga.

Everybody's rocking all over the world

Transformé el sentido de mi ser en otro que encuentra el deleite en volar y caer para reposar en la veredas de la ciudad ¿será conciente que vive en esta urbe? no lo creo. El pilluelo nació sin nido al igual que todos pero con la humildad de aceptar su única condición terrestre, la oportunidad de apostar por todo lo bueno de este mundo y recostar en ella los sueños.

Soy la niña del tutu celeste haciendo caras ridículas al gatito que no muestra la misma emoción. Solo existe ese momento y me quedaré a observarla no con los ojos de un psicoanalista sino con la que no vivió nada aún.

No remenbro una sola imagen de mi primer cumpleaños, mas bien muchas! las manos que acarician desde el cielo, los gigantes dándome de comer. A ellos no los volví a ver, y si me los señalan por la calle ó en reuniones , los niego, sé que no son los mismos. Ahora ofresco la mano tímida a quienes fueron gigantes, ellos la devuelven con el decoro del momento y voltean a pelliscar las mejillas de los bebes.
jajaja! solo hace falta reirse un poco para deshacer la melancolía de un niño egoísta. Los padres te ofrecen el amor como una regalo especial y que solo cuidandolo lo conservarás, hasta un punto en que se malgasta con el tiempo y debes dejar de usarlo por que no es igual que antes, más bien te hará dependiente. Y luego te llaman egoista!
Todos llevamos en el fondo la crueldad de un infante.


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20 septiembre 2009

Mon self Portrait

Me atrae el hedor perverso de las calles donde abundan los miserables, el aliento embriagado de los hombres con arapos y la picardía de los niños hambrientos.
- Sandra deleitaba ese olor a sufrimiento en cada tarde de invierno y con cámara en mano, ella recorría las calles pobres de su ciudad para fotografiar a familias, niños, burdeles, provincianos y recicladores de basura.

La fotografía es el arte de plasmar realidades y no mujeres aristócratas , exhibiendo sus finos vestidos de seda egipciana
De ese tipo de mujeres ya tengo suficiente, - recalcaba- , fotografié desnudas a algunas de ellas, pero no mostraban más que una vanidad estúpida, sin ningún otro objeto que sus selvas reprimidas.
Algunos jóvenes me pedían dinero , yo no tenía ningún problema en ofrecerles una moderada cantidad, pero cuando sus madres aparecían y con un solapón en sus huesudas piernas ellas reclamaban más de lo que podía dar en ese momento.
"no seas burro cabezón, tus hermanos necesitan más que unas miseras monedas"
A veces cedía, otras no. La expresión de muchos chicos provocaban el arrebato caritativo.

Una vez tuve la oportunidad de realizar un desnudo a una niña huérfana en las playas del sur chico, no fue una odisea como me lo imaginé. La niña era muy intrépida y flexible, se acomodó sin engorroserias. Su pequeño cuerpo bronceado y terso recorría en el denso aire de una playa solitaria, Sus cabellos castaños y enredados planchaban la arena tibia de una tarde de luz y cielo. Ella me preguntaba sin recelo ¿a qué hora terminaremos? yo no respondía estaba concentrada en capturar el mejor enfoque de la inocente Fabiola.

No sé por que me abatía al verla correr, saltar, y verla saciar cualquier placer que se asimile a hundir sus frágiles bracitos en la arena mojada. Quizá tuve una existencia parecida como la de cualquier niña, pero no logro recordar mucho. Solo un padre redimido en la tristeza de su esposa muerta y una niña azorada entre los acercamientos vagos de un padre pudoroso y las caricias intensas de una tía casta y silenciosa.

El tiempo pasó tan de prisa que cuando la niña rompió en un fuerte estornudo me di cuenta que el atardecer había caído lechosa y sin remilgo.
Tomé a la niña en un abrazo protector, la cubrí con la toalla y la llevé a mi auto.

Un sueño agudo la llevo a colocar su cabecita en mis piernas. Me concentré por un momento en su rostro apacible y cansado.
De regreso a la casa hogar, devolví a la niña con un temor sepulcral, esa niña estaba desprotegida en el mundo y yo sentía un miedo infinito por ella.
Una de las mamás encargadas - por que así todos los niños las llamaban, muchas veces escuché también "mamita" - me llevó a un cuarto con una luz opaca y en la esquina un escritorio. Esperé allí pocos minutos , pensando interminablemente en Fabiola.
La puerta se abrió y la madre mayor me saludó en forma cordial. Después de toda la buena educación que sus canas y años la habían enseñado se quedó mirándome como si esperara algo más. Recordé que era aquello que deseaba tan fiel. Saqué de mi cartera una chequera y tracé mi firma corta en uno de ellos. Una buena suma cubre los medicamentos del resfriado de la pequeña Fabiola, pensé.

Sin más obstáculos que mi tímida despedida salí apresurada y corrí para robarle un besito en la frente a la pequeña, pero estaba dormida y ya no desprendía esa esencia a algas y arena húmeda sino el de un nene perfumado.
Ya no quedó ni un índice de ese olor a playa impregnado en mi auto, solo los negativos y los recuerdos con un prestigio similar.




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14 septiembre 2009

Juventud

Si bien hemos intentado ser más unidos, tendré que confesar que no dió ningún fruto.
César estaba listo para partir esa tarde calurosa de verano y escapar de este pueblo seco, infertil, inproductivo. Tenía la oportunidad de huir, escapar de esta bulla silenciosa, tierra sorda de mujeres fértiles y maridos pescadores, que no tenían otro miedo que pasar de las costas que dibujaba parte de nuestro puerto "sinbote".
Ese era el nombre de uno de los puertos ubicados en el triángulo extrabiado de las bermudas, la perdición y de donde nadie querrá ser residente permanente y si es que se logra descubrir el camino hacia este lado del mar. César era mi novio, un joven aventurero, sin duda de otras tierras, el enjendro extraviado de la comunidad pescadora. El me amaba, de eso estoy muy segura, me lo repetía cada noche antes de demostrarselo en las arenas húmedas de medianoche. No hubiera querido irse sin mi, de eso también estoy segura, pero el sabe que soy muy quisquillosa con las largas caminatas y no soportaría ni un par de horas de extenso camino. Pero es que soy de este pueblo, lo desconocido y las aventuras no van conmigo, esta sangre de pueblo es lo que mantiene atada, sin ir a ningun lado, sin mover más que las manos para lavar la ropa en la asequia, sin rezar mas que para que todo continue igual.
"Me iré , pero regresaré por ti Lucía, soy un hombre de palabra"
ese era mi hombre, dispuesto a cruzar estas fronteras saladas y del que no se sabrá(a menos que vuelva) que le depara en el más allá.
La luna cansada de brillar, alumbraba mi vieja cabaña, pero también me traía los recuerdos de aquellas noches en las que en su presencia, César me capturaba en cuerpo y alma.
Aguas tomentosas, olas que chocan unas a otras y con el plaser de verlas bailar en todos los ocasos. Nuestro escenario favorito es ahora el mio, las olas solo bailan cuando mi atención se pierde en los recuerdos.
En una sola cosa era honesta: el nunca regresaría. Yo sufriré el resto de mi vida por su ausencia. Pero le agradecería no volver, el no pertenece a este lugar, yo lo convencí de que huyera, esa fue mi idea y es lo mejor para los dos.
Algunas madrugadas despierto de una de esas pesadillas que atrapan el espíritu de uno. lo llamamos la pesadilla de un niño, despertamos gritando y sudando a cantaros.
Aun así cierro nuevamente los ojos y de pronto apareces, la imagen nítida que tu forma proyecta a una distancia corta. Has vuelto, sin embargo, mucho más jóven con el rostro birllante y rebosante de alegría. Corres hacia mi, tomas mi mano pálida, arrugada y débil, te escondes en mis cabellos blancos y es allí donde compruebo que tomaste el elixir de la eterna juventud.



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