No hay revolución sin poesía.
Esto lo sabían bien los militares
y por eso nos llenaron de
cenizas de Neruda y de Eluard
(sus letras, desvaneciéndose en el aire),
y de cenizas mías y tuyas
porque yo soy poeta y tu cuerpo es poesía pura.
Maravilloso, cómo arde tu cuerpo
en la sombra
de la noche,
y el mío siguiéndolo
vuelto polvo
en el aroma de alguna primavera
o invierno real.
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