29 junio 2009

Inconsciente mundoide paradójico

No tenemos una tierra con puertas ni entradas, ni ventanas con unas uñas encarnadas. Acá el paraíso desordenado, el mantel del vivo desayunando las mentiras, el campesino colectando semillas escupidas por dragones invisibles. Los dioses del vino rogando lluvia de pan, los inquietos con la espada en la espalda y la herida en la frente. Pobre ser que mastica una excusa perfecta para ver al caos como un nexo indiferente, aquél que mira a un cascarudo patas arriba y no querer-saber ayudarlo a volver-ver nuevamente un mundoide ¿real? La unión entre el bocado de pan y la saliva humana: el parámetro perfecto de dos seres que se aman y se odian, que se acarician y se manosean, que se besan y se gozan, que se buscan y se ahogan, que se desvisten y se devoran, que se empujan y se desarrollan, que comunican sus lenguas a través de un fuego insuperable. Hedonistas jarrones brotando azúcares surrealistas en las bocas de la lluvia descalza, olores voluptuosos de gritos perdidos en los ombligos desenfrenados por el placer. Joven del pasto, nenes del caos, niña del trébol rebelde. No duerman, no. No callen, no. No mientan, no. No pierdan, no. No se distraigan, no. Miren al sol desnudo, salpicado de placer, el amor entre sus párpados y sus danzas, es hermoso.
No podemos cerrar la puerta: nos enseñaron siquiera a abrirla. Estamos en el medio del ballet sordo, en el miedo del saber, en el cuento del creer, en el puerto esperando al alba volver. Y buscamos una metamorfosis, mientras tanto, atascados, confundidos, acalambrados, algo enrabiados. Nos enseñaron a quedarnos quietos, nos enchufaron una doctrina de esqueletos en movimientos fijos. Eje solar, luna menguante, estrellas sin constelación. Pobrecitos, pobres los inútiles que creen en la risa vulgar de la falsa moral, en el plato burgués, en el saco del gordo pedante. No tejieron nada más que una línea del tiempo, dos líneas que se unen entre sí, se doman, se dominan y luego nace el hoy como un tallo de locura saltarina. Prefiero volarme la cabeza a estar sentada en la estufa rezando plegarias para que un dios invisible me seque la fiebre.


¿Somos el dibujo de una maqueta divina producida por los primer mundistas? ¿Somos el cartón de una receta no diaria? ¿Somos la duda entre la existencia y la incoherencia? ¿Somos adictos a la pesadumbre colectiva, amarga?



Ni vos, ni yo, ni ellos. Ni allá, ni acá, ni todo este vaivén humano. Asco. Existencia de insectos. Somos insectos de la naturaleza, como también hijos de la penosa malevolencia cruda, como también enamorados del silencio, del campo, de la libertad. Sólo el arte y el amor ayudan a que los cuerpos florezcan, gocen y vuelen. ¡Oh libertad de vuelo, los noctámbulos poetas adoramos tanto al silencio interno! ¡Irnos en un barquito de papel, fuera de este mundoide azul, acercarnos a la unión de los abrazos, a la música, al remanso, al viaje caleidoscópico destinado a ser visión surrealista!