31 octubre 2011

22 octubre 2011

De números no hay nada escrito

Hay toda una sociedad de números sometidos al ojo humano. Imaginenselo al humano levantando una ceja acercándose, con una inclinación, de costado a los números. Pobres inocentes números, algunos menospreciados, de otros se esperan grandes magias. Todos cargan alguna mochila. Si termina en cero es un número completo, le llamamos redondo sin disgustarnos por pensar que sea gordo. Si sólo es cero, no existe. Si termina en nueve es demasiado grande. El uno está muy solo, el dos juega y también es justo y justifica al cuatro, al seis y al ocho. Al diez no, el diez se justifica solo porque es dos cincos. El cinco es la mitad siempre pero se para con cierta firmeza porque es más que el cuatro. Sin embargo, el cuatro no es poco porque mantiene cierta magia de antaño aunque nunca logramos usarla, son las cuatro estaciones, los cuatro elementos, las cuatro esquinas de los cuadrados (que son importantes, aunque nos duele lo rectos que son y no queremos ser cuadrados, pero eso ya es hablar de figuras geométricas). Algunos desprecian el tres pero no olvidan las referencias religiosas que tiene, además de ayudar a construir los triangulos. El tres tiene una agudez que puede lastimar pero que brinda poder, recuerda más los ángulos de las estrellas que el cinco, con cuya cantidad se suelen figurar las estrellas. El tres muchas cosas y tiene un hermano que en estos tiempos está quedando muy de lado habiendo sido tan mágico hace siglos, hablo del siete. A mí particularmente me agrada mucho ese número, quizás porque nací el séptimo día, hablando de séptimo día recuerdo otra referencia religiosa pero que hoy en día nadie considera a la hora de juzgar al siete. Es hermano con el tres porque ambos son imposibles de dividir, pero en el caso del siete esa cualidad nos molesta mucho. Creo que por eso es tan despreciado, no queremos encontrarnos con un número que no podemos someter a nuestra división. Ahora que lo pienso, quizás sea el miedo la razón. De hecho, veo que es el más poderoso. Ya dije que el nueve es demasiado grande, ese sí molesta con su gordura. El ocho es más tierno, también gordito pero remolón, quizás porque éste si puede ser dividido muchas veces. El seis creo que lo dejé para el final porque genera cierto miedo. Aunque últimamente se lo siente más amigo, creo que todavía recuerda inconcientemente una relación demoníaca y es que hace siglos, al contrario del tres, se lo relacionó con los demonios. Pobre seis, redondo como el nueve pero más pequeño, yo creo que es inocente de todo lo que se lo acuse. Viéndolo con atención me parece un niño. Y es el doble que el tres, y si al tres lo podemos creer celestial... Lo que sí, no hablemos del otro lado de la coma. Creo que es una prisión intradimensional, una reclusión a otro plano a donde echamos algunos números que quedan varados en un caos horrible. Son innumerables, y andan todos apretujados en un infinito contrario al que está de este lado de la coma, donde se los ve tan cómodos y ordenados. Los números son diez y el diez es una farsa como todos los que se enumeran después de él. La única verdad es ese último número que mencionamos pero que en realidad está cómodamente ubicado en lo que es realmente el primer lugar.

18 octubre 2011

El Hospital

Me hundo en tus aguas
                                         de nuevo.
(El trapo cubre sólo un ojo,
el derecho
el otro está vacío)
Hay un quiebre y un árbol y un cuervo
y un cisne negro revoloteando.
Sus plumas van cayendo en círculo en
el piso blanco
formando
un hospital precario para poner las manos,
un agujero en el cual estrellarse y hundirse
como piedra
hasta sentir el arponazo.
Lo que despierta al hombre del sueño del hombre.

La  moneda de oro rueda.
El beso de sangre late.
La moneda de sangre rueda.
El beso de oro late.

(las volutas de humo corren como bisontes
nublando todo)

Será que
en el fondo
el amor carece de
amor.

escozor posmo

fraude a la procreación
capital de pecados
verdad de posesión
La carne abyecta
salió del congelador
recorte anal hasta no dar más
decir
¡basta!
para volver a empezar
agua salada en los
labios de esa mujer de
turbante frígido (on dit)
su ley es celeste
está en peligro el mundo la quema de frío
charcot está en camino
(boom boom boom)
hasta romper el aparato
desdecir al buen gusto
escandalizar al hediondo culo burgués
que no eyacula en-sí, sólo escupe (decentemente)
bálsamo y veneno turbio m u y os cu ro
¡urgencia! Género acicalado
¿para qué el combate? ¿para qué ser libres?
si la excusa es breton. doxa perturbadora
animalizar destrozar corromper i enviciar
mis pezones en tu rótula, se acabó
el sexo de elite, mon amour.
la biblia se enjabonó
la anorgasmia se endiosó
da aquí na frente
orgías contrasexuales non-stop
borrachas de amenes
epilépticas endemoniadas
Aturdidas por la tartamudez de los sollozos
¡dinero! ¡más dinero!
Puro artificio amputado de un llanto erótico e infantil
¡humanos! ¡humanos! catalépticos Sifones
metafísicos
Insisten en vender chorros de sangre
caricatura
lúdica
de
la
desolación
las cosas sobrevuelan trampolines
se humanizan se masturban se erotizan
¿y qué hay de los humanos?

estallan en el hervor del mercado
en el estoicismo de las vanguardias
cosifican su libertad en jaulas de plomo herrumbroso
sacrifican su cuerpo en una camilla enmohecida
comen mandarinas sin saber el por qué de las semillas.
estólido
el
sentir
humano.
un estirón malthusiano más y (Perón vuelve).
era la contrageneración obrera
polifónico crepúsculo embarrado
devenida,
ahora,
geriátrico posmoderno menopáusico
¡sepultura al inengendrado! y a sus cínicos prestamistas
en nuestro bloomsbury periférico,
se dicen tan humanos y acaban siendo
bestias bonitas de dios.

Un olivo

Ya floreció el olivo.

Me lo dicen los oblicuos rayos

Del Sol

Y el ocaso.

Antiguo blanco verdoso,

En racimos de silencio,

Como el silencio profundo

De unas cuencas vacías,

Unos ojos secos,

Que vivos, luminosos,

Atestiguaron ,

En otros ocasos,

Este milagro del ciclo,

Absortos en la visión

de lo sagrado.

10 octubre 2011

06 octubre 2011

El cuadro

¿Me estás hablando? Escucho un no y un sí. Me mostrás un pájaro y un segundo después está nadando hacia el fondo. Me indicás el camino al centro de la tierra y llamás desde la luna.

Te explico. El cuadro no está. Los demás nos van a mirar creyéndonos cerca. Pero tienen miedo de tocarnos y se apuran a cerrar el libro. Con sus pobres dos ojos saturados de nosotros.


Ya sé. No estoy hablando. Y cuanto más quieras saberme más mirarás un espejo. Como yo. Solamente habla la figura. Perseguime porque sino no habrá cuadro.

Y no expliques. Desde este millón de puntos van a perderse uno a uno. Quién sabe, a lo mejor es lo que buscaban. Pero cómo les cuesta soltar el marco.


Contamos hasta tres y vamos. A ver si se animan.

Plegaria de fuego

Todos los danzantes descalzados, hoy, esta noche, quieren arrancarse los pies. Bailan, sudan, festejan la noche como si fuera la última vez. La luna los guía, ellos se arrancan la cabeza con la música que entra y se rompe en diez mil látigos en una danza sin frenesí. Los colores son tan nítidos como sus rostros iluminados por las llamas de una fogata ubicada en el centro, que es el núcleo, que es la realidad. ¡El fuego! Se revolucionan, se sacan la ropa, giran alrededos, se convierten en bestias salvajes, sacudiéndose de adentro hacia afuera, y lo sacan todo, cada órgano, cada partícula; están rezando, están orando, se están confesando ante la fogata que promete ser su Dios del fuego, porque ellos creen en el fuego, fuego de la noche, de la Luna, del cielo, donde se esconde la verdad caliente, es decir, los antílopes guardianes, guardianes de la danza y el cuerpo. Se purifican, cada movimiento, por más suave o violento que sea, es una plegaria, un perdón, un renacimiento. ¡Miralos! Son casi monstruos, se rien con los músculos, se ríen con la carne, se ríen hasta con los pelos, y nunca se detienen, son cada vez más, la Luna los guía, parecen malditos. Esta noche, esta noche de este día, todos los danzantes descalzados están malditos por la música que sale cualquier lugar y los atravieza y los nutre, cual cosecha, miralos, son enormes semillas que crecen y crecen y crecen cada vez más gigantes, bestiales, entidades gigantes, pasa la noche y llegan al cielo, lo tocan con el cabello, sus cráneos rozan el cielo, pero ellos no lo ven, todos los danzante del mundo, reunidos hoy, bailan, sudan, festejan la noche como si fuera la última (o la primera) vez y no ven que ocurre allá arriba con sus cabezas sino que quieren arrancarse los pies en una danza sin frenesí.


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