22 julio 2009

Adoración a Eolo

Fanática sensación la de sentir el viento en el rostro, porque es un elemento tan virtuoso y etéreo, tan impredecible y volátil, casi como las ígneas llamas pero sin la mortal capacidad de destrucción.
El aire carga el cuerpo y lo revitaliza, lo hace suyo. La elevación de la conciencia por medio del viento. Es como si la ventisca estuviera viva, rellena de ánima, de un espíritu particular, y cuando sopla sobre uno, se mezcla con el alma misma. Ya no es uno el que camina con el viento, sino dos, o quizás más, pues las dulces sílfides entran en la esencia y la multiplican.
Oh Céfiros, oh Bóreas, oh bendito Eolo, sagradas multitudes que impulsan el navío de mi mente a través de las atestadas rutas que impone mi destino.
Soplen, soplen con fuerza y musical benevolencia, pues así no estaré solo; con ustedes no estaré solo.



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