05 julio 2009

Como soldados de juguete

Es un día caluroso pero es de esos en que uno prefiere quedarse dentro de casa. La madre dice a su hijo que volvera pronto. Sin poder suplicarle que se quede, el niño la ve por la ventana alejarse. Se queda junto al vidrio sin quitar la vista de la esquina donde desapareció el auto.

Entiende que está solo en la inmensidad de la casa. Al darse vuelta encuentra el cofre de sus tesoros, lleno de la más grande variedad de chiches que se hayan visto. Entre ellos soldados, caballeros, robots, jets, dragones.

Desanimado, abre el cofre y saca sus valiosas piezas. Inhalando ese pesado aire de verano se dispone a jugar. La guerra está por empezar y el sueño se lo lleva, comodamente recostado sobre el piso de madera.

La guerra ha empezado. Dragones sobrevolando a través de un cielo incandecente. Robots ennegreciendo el suelo a su paso rodeando a los caballeros y soldados, quienes pretenden defender su verde tierra. Y él está ahí viviéndolo. Fogonazos, disparos, rayos por doquier y él paralizado de la alegría, de la emoción, la diversión.

Pronto le resulta imposible ignorar los cuerpos que caen a su alrededor sin vida. Pero demasiado tarde para huir en algún sentido. El helado metal penetra en él, el calor rodea la herida. No siente el dolor, ya no tiene vida.

La madre vuelve con las compras. El desgarrador grito sigue casi inmediatamente al rechinar de la puerta abriéndose. Siempre se lamentará haber dejado la colección de cuchillos exhibidos sobre el cofre de juguetes.

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