23 julio 2009

El supresor de historias

Quien es tal vez el supresor de las historias, camina sin penas ni culpa bajo el cálido sol de otoño que alegra las tardes monocromáticas en las que vivimos.
Cierta vez, cuando recorría un sendero de desconocida materia, el Supresor de historias observó que la simetría de su cuerpo no era más (ni menos) que una enorme, gigantísima mentira. Aulló de dolor, la realidad como dolorosas punzadas se le presentaba con todo el peso. La realidad es demasiado voluminosa como para poder llevarla a cuestas.

- Deshazte de tu locura, supresor
- Grita, grita cuanto quieras, pero corre ya
- Al bailar dejarás de sentir
- Sentirás el universo en un ínfimo punto de tu cuerpo
- Las galaxias conformarán las yemas de tus dedos

Eran las ramas desnudas que con tranquilidad daban consejos a nuestro buen hombre. Repleto de árboles estaba el camino que el Supresor había andado; las ramas desnudas saben más de la comprensión del ser que el Tiempo, pues son vulnerables y eternas, condenadas por siempre a no tocar la tierra, ya que ese es el destino final de su muerte.
Girando sobre su eje, el Supresor de historias gritaba y corría. Ya no quería tener sus bolsillos atiborrados de corazones ajenos. Ya no quería que su saliva tenga el gusto de otras bocas. Quería tocarse el rostro y sentirlo frío y húmedo por sus propias lágrimas, no absorber la esencia de los soñadores que de tan distraídos morían cayendo sin remedio por acantilados puntiagudos altos arenosos.
Se recostó en el camino repleto de hojas secas, que crujieron con una musicalidad enfermiza.
Ya no más sufrir un sufrimiento desconocido.
Ya no más piel de porcelana.
Ahora la comprensión absoluta: el cielo azul, ancho, y todo para sus ojos. Inevitablemente el cielo azul, pues ya nunca se pondría de pie.



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