18 agosto 2009

A Cortázar y Quino

Tomemos cualquier cosa, un birome por ejemplo, e intentemos reconstruir todo los pasos que forman su vida. Digo vida, porque si bien no está vivo en el estricto, académico y biológico significado de vivir, al menos, desde la poesía, la terminología no carece de sentido. Pensemos, ahora, en el camino que recorrió la birome; la fábrica, donde manos de robot la movieron, tocaron, apretaron, separaron de sus hermanas en grupos gemelos, golpearon con la intensidad de un susurro, moldaron y finalmente empaquetaron. Imaginemos el camión que transportó a nuestra birome; recordemos sus ruedas, el olor del caño de escape, el traquetear de los adoquines; los taxis que tapan el camino con su desfile bicolor, el semáforo que se demora en el rojo, o en el ciclista imprudente que no respeta las señales de tránsito. Cerremos los ojos, concéntrense, y vean la cara de empleado del local del Once. El mismo empleado que entra los paquetes, donde nuestra birome, amortajada por el plástico, todavía no cumple su función de birome. Ese encargado, que con la negligencia que el cansancio y el aburrimiento otorga a los autómatas, rompe la caja, acomoda a nuestra birome y sus hermanas en envases de nuevo plástico, listas para ser exhibidas. ¿ Cómo se sentiría nuestra birome?¿ Coqueta?, ¿ Se mentalizó para ser seductora y atractiva a los ojos?. Se deja caer de lado, quedando ladeada sobre uno de los bordes del envase. Por casualidad se engancha en una manga y cae. El propietario de la manga la recoge, ella se tritura en sus dedos, se deshace de placer, tiembla de ansiedad. El auto, la calle, acompañando en el bolsillo a su nuevo propietario. Su nuevo hogar, un estuche de cuero al lado del teléfono. El primer timbrazo la asusta, el segundo la sorprende, al tercero, ya captó la mecánica del asunto. Los pasos, la mano que levanta el auricular y la voz que suena. Desde su postura, cómodamente presencia la escena, la mano que se le acerca, la toma, la desnuda, el capuchón cae al piso, ella tiembla, no sabe que esperar, su destino de birome se está cumpliendo.

- Che, esperame un segundo que tengo que buscar otra lapicera, esta no anda-

La mano que la sostiene la suelta, cae al piso. Se avergüenza de su interior defectuoso, no sabe que puede haber salido mal, quiere llorar, pero el tanque se haya solidificado de tinta reseca. Otra mano, mas pequeña, la levanta, ojos que la ven, ojos que la piensan y analizan. Manos que la desembarazan de la punta de metal, del tanque solidificado. Papel mojado que se le mete, aire que sopla con fuerza. El proyectil sale disparado; da en el blanco.

- ¡Mamaaaaaaaaaaaaaaaaa!, ¡Matías otra vez tirándome con una cerbatana!. Decíle que pare, ¡es un asco!-

Después de todo, ¿ Quién dijo que las biromes solo sirven para escribir?

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