04 agosto 2009

Estamos perdiendo la juventud, y las fuerzas comienzan a desistir. No quiero permitirme flaquear, “los sueños no se cumplen” me dicen, y me duele en el pecho la tentación de caer en ese pensamiento unilateral. Grandes hombres han hecho grandes cosas y yo quiero ser cuando menos un hombre. El camino es filoso, empinado como mi codo un sábado a las tres de la mañana. Necesito energías, me abandonan los que pensé mis compañeros. Ellos han perdido las energías antes que yo. Si puedo canalizar lo poco que me queda tal vez conserve una esperanza.
Mientras pueda gritar sé que no estaré perdido, aunque me sienta como un trozo de nieve en el pico de una montaña. Tengo ahora lo más importante: mi columna vertebral, mis piernas, mis brazos, mis manos, mi cabeza, mi espíritu, mis sensaciones junto a su columna vertebral, sus piernas, sus brazos, sus manos, su cabeza, su espíritu, sus sensaciones. Miles de imperceptibles partículas se segregan unas a otras cuando ella me toca con sus labios húmedos como un vidrio en una noche lluviosa. Y eso es justo lo que andaba necesitando.


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