30 noviembre 2009

¡Fuera de mi!

Maldito el día que la conocí. Creo que salió de una de esas bocas de las que uno puede decir que nada interesante emanará vez alguna. No recuerdo el dónde ni el cuándo. ¡Ojalá la ciencia me brindara una máquina del tiempo para volver a ese momento de mi vida y taparme bien fuerte los oídos, tarareando a gritos cualquier melodía sólo para acentuar la defensa sonora! Tal como solía hacer uno en la infancia.


No hay lugar ya para tales lamentos. La realidad hoy es que ya es demasiado tarde. Sin advertencia, sin anestesia, sin reparo algúno siquiera. Ha pasado tiempo ya y evadirla no consigo. Miles de recetas me han facilitado, mas el olvido no procuro.


¡Justo ella! Mire que podría haber sido cualquier otra. Muchas veces a uno lo persiguen melodías encantadoras. ¡Qué gusto no tener que esforzarse en evadirlas! ¡No desvelarse en intentos de perderlas pisada! Pero no. Tuvo que ser esa y solo esa, que me persigue, me hostiga, invade mi paz y ataca mis silencios. Seguramente, como también me han sugerido, algo habré hecho para merecerla. Para ameritar que sus pasos hoy sigan mis huellas.


Una señora un tanto particular una vez me aseguró que había sido hechizado, maldecido. Una suerte de mal de ojo, pero para mis pobres oídos. Nunca fuí de creer en la existencia de estas cuestiones metafísicas; pero aseguro que cualquiera en mi lugar se lo replantearía seriamente.

No obstante, mi lucha continuará. Con intentos que acumulan fracasos, pero que no doblegarán la resistencia. ¡Fuera de mi, melodía del demonio!


mosquitero.wordpress.com

1 comentario:

Agustina dijo...

ESE CUENTO, podría estar tranquilamente en Espantapájaros de Girondo.
Bendita la ambiguedad personificada de los dos primeros párrafos, muchacho.