12 diciembre 2009

La medida de todas las cosas

Cada bala disparada ha sido y será justificada, amortizada, por la dialéctica de la Historia, incluso con sus revisionismos cíclicos y sus alternancias ideológicas. Analizada, diseccionada por la ciencia, la derrota junto a su alter ego -el triunfo- continuará su recorrido de memorias incombustibles, culposas. No habrá banderas para izar. No sólo aquellas de excelsas gasas con su opulento esplendor, no; tampoco esas roídas telas, harapientos trapos sucios, casi hediondos de desafíos como afrentas de utopías brevemente estandarizadas. Circense desempeño del hábito mal habido, la memoria seguirá el inaudito curso al que nuestra naturaleza le ha marcado ritmo y compás. Más allá el reguero de vacíos recuerdos, más acá la revuelta institucionalizada, carente de sinceras carencias. Se sabe (o se intuye) que los dóciles no apelan a la rebelión intrínseca, la esencia muere antes de dar el grito de disconformidad. En el recoveco, en los pliegues dormidos de lo latente, el susurro de los vencidos se expande en la autorreferencia del propio entorno, inhalando y, en demasía, exhalando profundos suspiros de esperanza. Decomisados, pistoteados, usurpados, pero -aún- soñando su propio sueño.


http://leflambeur.blogspot.com/

1 comentario:

Lena dijo...

Es de lo mejor que he leído en Evohé. Me escupió la cara desde lo más profundo de la literatura.