28 febrero 2010

Apuesta

El no juega a los dados. Su satisfacción es más perversa y minuciosa; el azar la excusa predilecta puesta en boca de esos bípedos angustiados, poesía cargada de eufemismo, trueque doloroso entre la necia esperanza de redención y la cruel digitación de un ser mitológico.
Un creador alimentado por la ignorancia de ínfimas, patéticas sombras con repentinos resplandores. Chispazos. Breves epifanías de pura conciencia deglutidas en el imaginario colectivo de una especie perdida, hachazos despóticos de una entelequia egocéntrica.
Y por las venas marchitas la tristeza frente a lo inevitable arrastra en sus torrentes la impotencia forzada en la superstición impuesta por el garrote de la cohesión de siglos, mentira tras mentira, célula tras célula, lágrimas de sangre cayendo por la mejilla obligada a prestar su par frente al puño cerrado del imperio celestial.
La mueca de su inexistente rostro satisfecha al contemplar tan burdo, degradante y "encantador" espectáculo.
"Así da gusto", dice sin decir, piensa sin pensar, es sin ser, mientras no juega a los dados; únicamente a ser dios.

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