20 febrero 2010

Dying

Aún no ha llegado la lágrima que arrancarás cuando realmente perciba lo que he perdido, ese instante de liberación cargado de penurias. Todavía no asomó el momento de los lamentos, del borrón y cuenta nueva, las remembranzas de trasnoche ni las anécdotas de viaje. Bye, bye, brunette bird.

Menos aún la zozobra luego de la caída del andamiaje, los restos del naufragio bamboleantes a la intemperie, los trapos que nunca verán el sol; sólo siento y pienso que sé, que entiendo que la agonía persiste con Miles Davis de telón de fondo, con un piano que a cada sonido extraído de sus teclas me hunde aún más en la desdicha de mi propia dulce trampa.

Instante veloz que únicamente degrada; la felicidad de los momentos pasados relampaguea y una por una mis células envejecen, se gastan, mueren. Estoy muriendo. O busco como acabar valientemente, desde mi cobardía, con el pesar de las horas, de los días…
Hago tiempo. O el tiempo me moldea, indiscriminadamente me fatiga. Quiero morir. Lo deseo. No me atrevo. El tabú de la vida sigue haciéndole trampa a mi muerte.

1 comentario:

Lena dijo...

Te juro que se me movieron cosas en las tripas (allí donde se aloja el alma). Me gustó muchísimo el escrito, es eso que me pasa pocas veces: el relato me hace sentir. En este caso fue angustia, y vacío también.