06 abril 2010

De dípteros

Es un ser desafortunadamente célebre el mosquito ¿Sabes? Culpable odioso de masivos arranques de furia a entradas horas de la noche o de sueños intranquilos, intolerables noches de insomnio y de hartazgo. Ellos saben de fechorías, ladrones a usanza de litros y litros de inservibles aerosoles insecticidas.
También debe ser por los mosquitos que me desesperan y que no dejan de zumbar en mis oídos. Se pavonean a mi alrededor cual espantosos bailarines invisibles en un insoportable compás de semifusas.
Y de pronto, adrede, deliberadísimo pero efecto del impulso y los reflejos, un manotazo que los detiene pero que no los alcanza en un golpe crucial ni los convierte, en un soplo, en infinitos viajeros dormidos en la eternidad.
Si bien se dispersan ante el ataque, vuelven redoblando su bullicio nocturno solo perceptible por mis condenados oídos. Vuelven como un gas, expandiéndose, multiplicándose como sombras en el aire caliente, como retándome a intentarlo una vez más, como exigiéndo una rendición o una nueva y mortificante embestida. Zumban despiadados conscientes de la tortura a la cual me someten y con la cual disfrutan y se pintan los labios y se frotan las manos.
Heme de noche, tan vulnerable víctima de impostergable abuso, lastimando el aire con los brazos en el desesperado intento de castigar a mis agresores y de salvar... Imposible.
Sigo percibiendo como su horrible presencia satura la totalidad de mi habitación porteña, habitación que, de pronto, se vuelve tan ajena, tan de ellos. Me han convertido en el misceláneo, es un espanto, solo y aturdido ahora soy el invasor. Son ellos, esa interminable multitud, ellos en contra de una suculenta soledad de llave con dos giros trabajados desde adentro en la cerradura de la puerta que me aprisiona. Casi los entiendo, casi los adoro en su terrible felicidad de coctel servido en mis venas.
Su impenetrable invisibilidad es un foco de luz. Está encendido. Perturba impasible a mis ojos que piden a gritos un respiro y palpitan furiosos. Lo que me molesta absolutamente de esto es que en su salvaje parasitismo roban los calores volcados en mi sangre, el calor de galletas de hojaldre y vainillas y mate amargo de la merienda...


http://formicario.blogspot.com/

1 comentario:

Tu Sol sigo a Roetana. dijo...

Qué cosita linda, mamá mia!


Sigo percibiendo como su horrible presencia satura la totalidad de mi habitación porteña, habitación que, de pronto, se vuelve tan ajena, tan de ellos. Me han convertido en el misceláneo, es un espanto, solo y aturdido ahora soy el invasor.


eso es muy genial, porque es muy verdadero, muy/mucho, eso de ya sentirse uno incomodo en su propio lugar, debido a que uno no tiene control sobre "su" supuesto cuarto de la casa. Aparte el final es hermoso, me dieron unas ganas de hojaldre bárbaras.

Un abrazo,


agustina.