25 abril 2010

Lupe, la mentira y el miedo.

Era tan lindo verte concentrado en ocultar tus miedos. Ni siquiera les quisiste poner nombre, nunca, ni quisiste que yo supiera cuales eran con el afán de no parecer débil, no se, cosas tuyas.
Esa noche te espere como me pediste, mire la hora y supuse que las diez de la noche, eran las nueve y media de tu reloj particular (siempre viviste a destiempo, por eso lo de tu impuntualidad crónica), asi que decidí entonces, dar unas vueltas antes. Esas cuadras que camine, me sirvieron un poco para pensar que decirte. Pero hacia tanto frío que creo que me dificulto mucho el pensar las palabras correctas, sumada a mi fascinante afición por mirar las baldosas para no pisar las rayitas, objetivo casi imposible por cierto. Asi que cuando ya creí que era tiempo, llegue al café de la esquina, como planeaste, pero preferí quedarme afuera,
Tratando de fumar uno de los dos ultimos cigarrillos que quedaban en el box sin que ningún viejo que tomaba café me mirara, compartir mi cigarrillo con nadie.
Mis manos parecían tener vida propia, temblaban y se movían exageradas, victimas del crítico frío que hace siempre en los inviernos a esas horas. Hasta que lo prendí. A medias, pero lo prendí. Acto seguido se apago, y como tenia frío y eso me malhumoraba (me malhumora) preferí no seguir el juego.
Cuando entonces desde lejos, eso que avanzaba surcando el espacio, resultaste ser vos.
Ni un momento dude, desde que te vi, debido a tu particular caminar cuando vas a altas velocidades, a tu desprolijo balanceo de los brazos, tan tosco, tan desarticulado.
Viendo la situación en que me encontraba, te acercaste con una risa sutil. Casi como para provocarme, pausaste tu mecánico caminar y te prendiste un cigarro, quedando entre nosotros, dos o tres metros. Antes de mirarme siquiera, estiraste tu mano que sostenía el encendedor. Prendí mi cigarrillo.
Cuando la luz que escapaba de los ventanales del café te dio de lleno, pude divisar, además de tus rasgos que me sabia de memoria, que tenias los ojos llenos de lluvia. Estaban grandes y redondos, tenías todo el miedo agolpado en la mirada.
Me querías decir una cosa, me la quisiste decir tantas veces esa noche. Espere y espere, y ni me decías la cosa ni se te quitaba el miedo.
A caso era yo la que te lo inspiraba?, en lo que duraron esos dos cafés, la lagrima y casi todo tu atado de cigarros, que fumamos casi comiéndonoslos, me lo pegunte por dentro, hasta que ya, cuando nos íbamos, se me ocurrió preguntártelo.
Y que te da tanto miedo? Prendí, ahora si, mi ultimo cigarrillo, trague el humo y lo largue mirando hacia arriba tratando de contener las lagrimas que se salen a borbotones después de aguantar mucho para no parpadear.
No se por que, pero me dijiste que nada. -No nada, te juro que nada- Para ser mas precisa.
Decidí nombrar a ese nada como a una mentira. Una de las grandes mentiras que te ayude a construir. Asi que me reí, y te dije que me iba sola, que a casa no, que a la de mis viejos tampoco, que me iba sola. Te dejé entonces, o me dejaste mejor dicho, por esas fechas, unos días antes de la vez del café, de a poco, cada vez más, ese miedo que nunca me confesaste termino ganándonos a ambos.

1 comentario:

Tu Sol sigo a Roetana. dijo...

Éste es todavia más hermoso, y te amo más.


ANIS ESTRELLADO.


(Agu) jajaja.
Fue tan gracioso desconocer a la pobre Rafo ayer.