05 mayo 2010

Del todo

No tengo interés. Nada más es porque tiene que ser, aunque en sí mismo no tenga nada de necesario. Aunque sí, porque por alguna razón está siendo. Estoy hablando del Todo. Del Todo que me pasa siempre. De ese Todo que se me abalanza a fin de año porque lo fui postergando. O de ese todo que fui viviendo y que me fue llevando hasta el hoy, y que ahora me cansa un poquito. Es eso de caerse y de levantarse, para volver a caerse. Y también es lo de que se te cuelguen como pianos enormes de las piernas y vayan tirando para abajo. Su idea es que caigas al abismo junto a ellos, es al menos lograr cortarte en dos y lastimar tu cuerpo, para que tu existencia acá arriba sea lo bastante dolorosa como para convencerse de que su propio dolor no es tan inmenso, y lo es. Se regocijan deshilachando tus ropas y embarrándote la cara con su carroña, parasitando tu felicidad. Miralos, ahí están, mordiéndote los pies, enterrándolos en la arena para por fin levantarse a cuestas tuyas, predicando tu muerte. Y sonreís y tendés la mano para ayudarlos, porque su dolor es más grande, y desmerecés la urgencia de tu ocaso, y mientras tu sol muere, el suyo resurge de las cenizas.
No es una cuestión de caer en el egoísmo, sino de pasar el fósforo para ayudarlos a encender su propia antorcha. Consiste en no entregar, porque no hace falta, ni la caja entera ni la antorcha ni el sol.
Lo que más duele es que no importa cuanto pidan, realmente y sinceramente uno está dispuesto a dar. Porque dar es hermoso, aunque el ambiente se llene de payasos y agradecimientos ficticios que desembocan en ataques que desestabilizan y lo corrompen Todo. Es que claro, el Todo NO empezó siendo una caricatura, una triste resaca de lo que es la felicidad, sino que realmente fue la fue. De a poco y entre tanto frío se fue resquebrajando. Se fue volviendo la Nada enmascarada bajo el rostro de Eva, la Nada primera y la más virgen y simple.
Intentar que la mente se haga aparte y tratar de construir un robot frío y sin corazón para completar un rompecabezas ajeno y agresivo es un juego no muy simple, y siempre caigo en la trampa. La estrategia fundamental es mantener la objetividad, pero ¿Quién puede? ¡Es tanto más fácil simularla y vaciarte la boca o taparte los oídos! Es su gloriosa felicidad a expensas de mi vulgar dolor, que quizás no es el mismo ni es tan grande, pero es. Quizás la cicatriz no esté abierta, o se esconda en mi espalda y sea invisible la mayor parte del tiempo, pero está. Y no me pregunten porque ES el Dolor ni qué es ni para qué existe, porque no me importa y no sé la respuesta... Nada más es porque tiene que ser, aunque en sí mismo no tenga nada de necesario.
J.



http://formicario.blogspot.com/

No hay comentarios.: