09 agosto 2010

Su atención, por favor

Un pequeño gran subeybaja, como una síntesis dulce del partir en una muerte consciente, placentera.
Despegar. Instante donde la ebullición de los nervios estalla en el orgasmo sináptico; los pulsos decaen vertiginosamente.
Retumba la voz interior en ese cavernoso envase colapsado, sincero y solo, electrizado.
Porque en un avión la adrenalina da ínfulas de más allá honesto, inmediato, carente de los artilugios mentales que transitamos con los pies en tierra firme.
Esa oblicuidad a punto de llegar nos acerca a la divinidad de nuestros sentidos, lejos de la prefabricada cotidianeidad: la piedra que por inercia se arroja hacia el futuro, con el espejismo de una continuidad inmersa en incertidumbre. Mareos, temores básicos del animal desplumado.
Otra vez ahí esa efímera alegría, traicionada al no poder más que vaciarse, disponerse mansa, calma, sutil.
Luego -segundos- los anuncios de cabina que nos recuerdan el irremediable descanso en pericias ajenas.

1 comentario:

Ma Lena dijo...

Uf, me agotó leerlo. Pero no por tedioso sino por intenso.
Como diría mi maestra de primer grado: ¡Sigue asi!