16 enero 2011

Aún así

No está perdido. Ese paraíso anhelado no está a la vuelta de la esquina, ni se esfumó en el instante previo a recuperarlo. Es, ni más ni menos, que un cúmulo de ideas; así, sencillo y contundente, pero nefasto para nuestras ansias de volver al Edén atemporal al que todos tenemos derecho. En el transcurso de tan fútil empresa caemos en la vorágine del desprecio por la esencia y la lógica de lo que somos y de lo que hacemos por no serlo. Estamos.


Un poco más allá. Lejos. Tanto como el reflejo que devuelve la imagen que observa sin mirar, sólo viendo. No hay compañías, ni deslumbres. Soledad, vacío que aterra no por aterrador sino por la cobardía que nos empuja, y en la que nos dejamos arrasar, para respirar artificialmente.


La boca seca, las palabras húmedas. Los labios a la espera, expectantes. Sublimes.


Paisajes que recuerdo aún no transitándolos. Caricias que no han sido ni serán, cargadas de eléctrica ternura. Atmósferas repletas de colores indefinidos, de fragancias repletas, con sonidos inaudibles, letanías. Lontananza.

La oigo, y pretendo escucharla. Carezco de intuición para sentirla en su ausencia, descifrándola con métodos superfluos, mecánicos, autómatas. Cuánto más queda? Qué menos resta? Caminamos por un sendero no trazado, a oscuras y con los ojos vendados.


Dulce abismo del final.

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