En los margenes angostos de este río,
hay sombras de personas y de azares.
Donde van a descansar del destino terrible
los arcángeles drogados de nuestras ciudades.
Nosotros, simple retórica muerta,
o retorcida en un montón de cajas inservibles,
donde el sueño no quiere ser libre...
Ni la puerta quiere ser abierta.
Donde duele y cuesta la libertad y el colectivo .
Sabemos que todos, en la intestina sospecha,
soñamos que nos firmen.
y caminamos las Avenida y consumimos las vanidades,
y una noche cualquiera una mujer se quita la ropa y entendemos algo que no importa en el mundo:
algo fundamental.
Y nuestro tiempo se computa en libros y nuestras penas en hojas..
Y afuera circula como una mitología ese río, reclamando a Telefónica alguna cosa...
Mientras va caducando nuestro permiso, como la magia de un efecto especial.
y un día la voz se apaga y nuestra ropa se va a dormir para siempre en un placar.
Y en otra época y en otro hombre, se renueva la cosa.
Como aquellas cosas que se mueren siempre sin morir jamás.
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