04 diciembre 2011

Nicómaco, el delincuente

para Aristóteles que lo mira por tevé

A mi, que estoy muerto
osan hablarme de vida
cuando mastico yuyos podridos
agazapado junto a la vía
imposiblemente respirando ardores
de viajantes mortales
como yo
que he muerto ahogado
bajo una avalancha de papiros.
¡Infeliz de mi, hombre errante
alma inconstante que penetró
en los féretros del tiempo allá, lejos
en los talleres ferroviarios
de Remedios de Escalada!
¿Es tu Luna, acaso
la que brilla tras el reloj detenido?
¿Es tu corneta la que zumba
en los oídos de los perros?
Cuánta calma se degusta en la vibración.
Posá tu lengua en el canto rodado
haz de este momento una realidad
escribí en la lista negra el nombre prohibido
y no dudes ni un minuto:
pagarán las injusticias los injustos
si se las cobrás,
sufrirán sus pecados los deudores
ofenderán a las deudas los pecadores
pecarán las ofensas de los que deben.
A mi que estoy muerto
dame de beber las lágrimas vertidas
quisiera con ellas arreglar
las grietas profundas de los rostros secos.

No hay comentarios.: