10 julio 2009

No me mirarás ayer

Me miras con ojos muertos, con tus manos frías, con tus labios blancos, con tu boca sangrante… si, siempre tuviste ojos muertos… ¿y vos querías que te cuidara, no mama? Y te cuide, conviví con tus delirios, con tu piel ulcerada, con tus vómitos, con tus gastos, con tu incontinencia… ¿Qué decís mamá? ¿Me hablas?... no, vos ya no hablas más, no para mi. Y te escuche, me seguías, me seguías, constantemente, cuando me gritabas enloquecida que tu mamá estaba en el zaguán, y que los caballos estaban asustados… ¿Por qué esa mirada, mamá?... si, escuchaba cada uno de tu delirios, y la verdad es que eran inspiradores, muy inspiradores, mamá… por ellos y solamente por ellos tenía la rapidez de inventar alguna respuesta a tus preguntas, que repetías cada vez que me veías… ¿quién es, donde está mi hija, donde está mamá?... y te voy a decir que por un parte me divertía la idea de ser una persona diferente por cada vez que bajabas la vista y volvías a levantarla, y verme... así es que me pude acostumbrar a esto en lo que te convertiste, a esta especie de bestia que se apoderaba de vos, te devoraba, te corroía, y te mataba lentamente… ¿Y te puedo decir algo, ahora que se que no vas a volver a levantarte? Realmente lo disfrutaba, esperaba verte caer, pero nada se compara a la satisfacción de haberte visto sufrir, caer, rendirte… ni siquiera este momento, en el que culminé los deseos de toda mi vida en un solo acto.
¿Me preguntas por qué…? Creo que ningún hijo normal no soñó alguna vez con matar a su madre, y también creo que todo hijo debería concretar ese deseo… pero tuviste buena vida, ¿no? Nunca te faltó nada, ¿no, mamá?... no, no te faltó la botella de vino, no te falto el tipo en la cama… nunca te faltó el compañero enfermo al lado… tampoco te faltó el golpe diario, ni la denigración, ni el sometimiento… ¿Te acordás, que llorabas, y me pedías que te agradeciera? ¿Eh, mamá, no te acordás?... si, me hablabas del sacrificio, del plato de comida, del techo… a mi tampoco me faltó nada, probablemente algo tan trivial como paz, autorrespeto… pero siempre tuve algo a que temer, un tipo del cuál esconderme… si, gracias mamá, gracias por haberme dado tantas razones para huir… después de todo, si con vos hubiera sido feliz, todo lo que viví desde que me fui no hubiera tenido sentido.
¿Pero volviste, no? Si… ¿lo hiciste a propósito?... lo imagino… si, volviste, y pasamos un par de nostálgicos meses… y la verdad es que no me arrepiento mamá, aunque me haya impresionado un poco tu expresión mientras sentías el metal penetrándote… ahora estas acá, te estoy sosteniendo… estás muerta, mamá… pero la verdad es que estás igual… si, es así, siempre tuviste ojos muertos, esos ojos de mirada suplicante y frívola, inexpresivos… siempre tuviste ojos muertos.

No hay comentarios.: