23 septiembre 2009

XX

a.p.
Veinte minutos de vacío aletargado, veinte magníficos minutos de silencio, de colores oscuros.

Cuando siente, o más bien presiente el final, lo que se dice final. Recomendable proceder cautelosamente, tener en cuenta las siguientes instrucciones que de más está aclarar son la continuación de un principio con intenciones instructivas:

Escoja veinte minutos....Sí,
veinte
cuales quiera
pero selecciónelos minuciosamente
tómelos descaradamente de cualquier rincón del espacio
y procure amarlos,
sentirlos

sufra un poco con ellos.............que sean
todo lo que puedan ser..............que sean
todo lo que los demás minutos no pueden ser

Unas caricias apenas violentas, cariñosas
a los primeros segundos
los pondría contentos

y que vayan cayendo
como piedras por un precipicio
(gotas en un lago
lágrimas en una taza
estrellas en el campo
aviones en el desierto)
segundo a segundo
en un cofre de cristal
o de madera
bien limpio
aunque luego se llene de polvo
y ciérrelo

Luego deje pasar el tiempo
los minutos
que por supuesto no serán los que tiene guardados
(bien puede decirse cobardemente) en un cofre
deje pasar el tiempo

Y en el momento que sienta oportuno
el momento
aquel en el que los brillos se dispersan por el pecho
y en la garganta se amontona el vértigo que genera la gigantesca eminencia
recurra sin miramientos
(lo que quiere decir sin pensar)
al refugio de lo que ahora es su tesoro, único
y retire
segundo a segundo
los minutos del cofre
véalos pasar alegres y efusivos....renacidos
sabiendo

casi por instinto, casi por naturalidad, por costumbre?

que son los últimos veinte minutos
los veinte que preceden a la desmesura

y que quizá (y a quién pueda importarle)
se desparramen por la eternidad