08 noviembre 2009

A los Secos Avellanos

_   Estaba riendo entre amigos, sentado sobre el pasto, sintiendo la briza otoñal acariciar su rostro. Contaba chistes familiares y agradables, esos que, no importa cuánto se repitan, siempre darán gracia y alegría. Reía de chistes que no se oían. Y les contaba las novedades, las novedades todas a sus amigos. Habiendo transcurrido unas horas en este entorno, se levantó disculpándose y abandonándolos hasta la próxima vez. Se fue dando pasos.
_   Anduvo a pasos limpios, método de transporte un tanto olvidado por nos la humanidad, para llegar donde sus padres pacientemente le esperaban, como siempre. Esa paciencia de padres que va más allá de las apariencias. Sonreía constantemente mirándolos con cariño, mirando más allá de ellos. Pero cuando miraba justo acá, los veía terrenales y sentía lástima.
_   Lástima típica de los hijos porque ellos tienen más y mejores cualidades que los padres y lo reconocen con dolor. No es fácil estar en mejores condiciones que alguien a quien tanto amamos. Para compensarlo, los trataba con una paciencia igual o superior a la latente paciencia paternal. Había allí una frialdad que recordaba un calor, una calidez, un tiempo pasado pero no olvidado ni abandonado. La frialdad, que era efímera, momentánea, recordaba los placeres y calores pasados que dieron lugar a los actuales.
_   Tanto que decir sobre un momento tan simple y sencillo.
_   Les puso al tanto de todos sus logros sin recibir respuesta satisfactoria, prueba alguna de que sus padres estuvieran orgullosos. Lo mismo que con todos, nunca los padres han sido, o serán, capaces de expresar orgullo por sus hijos en el grado que estos lo necesitan percibir ¿Pero cómo culparlos? …tan llenos y completos con sus vidas pasadas. Y, en la fría conversación y la cálida reflexión, se despidió de sus progenitores hasta la próxima vez.
_   Adoptó nuevamente el transporte primitivo de caminar y caminó. Caminando se puede estar mucho tiempo sin recorrer mucho espacio pero sentía que recorría tiempos y espacios, sendos de a montones. Anduvo entre multitud de personas y pasó nuevamente por donde sus amigos estaban amuchados. Los saludó de paso con la broma de que esa parecía la próxima vez en que dijo que los vería pero que habría otra próxima vez para juntarse más apropiadamente.
_   Siguió con sus pasos, cada uno tan fuera de moda, y llegó hasta un amplio arco, un umbral debajo del cual se quedó parado un momento. Era curioso cómo del otro lado el sol parecía brillar con mayor intensidad a través del aire de la tarde. Siguió avanzando, ya del otro lado, hasta el cordón de la vereda donde esperó.
_   Vio venir uno de esos transportes a motor, grandes y largos, un colectivo, de color verde oscuro por la calle y lo detuvo alzando la mano. Subió y dijo al conductor la zona donde quedaba su casa. Puso el debido dinero en la máquina que expendería el boleto de viaje y buscó un asiento, de los cuales, por suerte, habían algunos a su disposición. Y así se fue de vuelta a su casa. Y así se fue más veloz y modernamente, recorriendo en menos tiempo mucho más espacio pero sintiéndose paralizado entre sendos, del cementerio de Avellaneda.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado. Un saludo.

Freyja dijo...

Ya te lo dije, pero una vez más: TE FELICITO.

Freddie Egon dijo...

Triste y melancólico. ¡Ay, estos padres!