04 diciembre 2009

La parrilla- A horror story: Parte uno

Buenos Aires, tierra de gauchos y de perros que pasan hambre. La lluvia y el sol, la carne a asar. Nada tiene de lo que dije; asunto particular. Pero se puede decir que algo nuevo hay en esta parilla. Algo nuevo no inquietante sino cotidiano. La Argentina es una tierra caníbal que no quiere a sus hermanos. Mucho pajero suelto, mucha puta sin remedio. Los habitantes de la zona de esta argentinidad extraviada. Porqué la maldición nadie lo sabe. Existir en este país se reduce al peronismo. Todos tenemos que pensar antes de morir sobre ese hecho ¿Fuimos o fuimos peronistas? Así es la santa misa. Nadie se salva. Algunos seremos rechazados, se nos dirá que escribimos complicado y que no valemos la pena. Así es la parrilla argenta. Nada queda sin resolver, todo bicho va a parar al asador.

No obstante los extraños no se salvan. El horror está en no tener piedad para con los enemigos, el argentino no perdona. No puede perdonar. No tiene idea del perdón y por eso es caníbal. Al enemigo hay que consumirlo para integrarlo. La indiferencia juega un papel central en le proceso. Primero se lo niega, luego se lo desaparece y después se lo consume. Así la vida del argentino siempre fue un intento por no ser perdedor. Lo demás no importa, el honor en el exitismo. Lo cual es lo primero que nos funda. Aquí el horror.

Una rubia descendiente de paraguayos, linda, flaca, tetas no muy grandes. Entró a la parrilla, la siniestra parrilla, la más bizarra de Buenos Aires. La cara de turra era lo mejor que tenía aunque en el fondo era buena. Como los perros que ladran por la calle en medio de la noche que sólo ladran porque están solos. Una linda paraguayita, en resumen, que aún esperaba que el único hombre que la hizo feliz volviera. Ella amaba a los cretinos, simplemente porque le recordaban a los niños indefensos.

Ella es la que entra. Mira, todo vacío. Como siempre, la moscas en el mantel de plástico. Ese día era particularmente caluroso. A nadie le importaba eso, todo es provinciano todo es porteño, reducto y fin. Porque todo aquello que está en ella es una carencia. No podemos ser positivos, la vida de los sudacas es así, un poco de sudor un día, un poco de sangre después. Su nombre era Belén. Tenía una buena postura que la podría haber hecho modelo o algo estilizado, algo publicitario, algo “lindo”. Eligió otros caminos más idealistas tal vez pero que no la llevarían a ningún lado. Porque todo lo que hacía lo hacía en vano. Su madre le dijo que la vida no era más que un montón de grises los cuales tendría que aceptar para vivir en la normalidad.

Belén podría un día haber caído en la desgracia y de hecho fue lo que paso. Ni el amor ni el odio de sus conocidos se lo impidieron. Esos que un día se mostraban tan leales, un día se dieron vuelta como una media. Ahora ella estaba sentada en ese lugar ridículo y era la cosa misma del lugar. La llamada de atención lo lindo, una vez alguien dijo; “No importa con quien esté, yo la quiero también”, se referían a ese encanto que tenía. Obviamente no terminó bien. La dejaron plantada en un altar y desde ese día no se repuso. El mundo de idiotez que la rodeaba se cayo a pedazos para dejar a una mujer sola y frágil en medio de una ciudad que le era indiferente.

¿Sería tan malo? Seguramente lo era. Si no por qué ella estaba sola ahora. Sola como una pelotuda, enferma y puta. La dejaron ahí con su idealismo y su espera. Para terminar en esa parrilla ridícula. En el medio las compasiones ajenas se caían a pedazos. Poco importaba ya si se tenía que buscar una excusa para huir. Huyendo todos los días se metía en lugares poco transitados y extraños justamente para que no anden mostrando su pena sobre ella. Eso era bueno y reparador. Como todo lo que nos pasa. el tiempo siempre nos cura. La redención solo está en sufrir y como sufren algunas mujeres por hombres que no les importan un carajo lo que les pase. Esa es la vida y no las cosas que las publicidades enfermas nos cuentan. Pero algo cortó esa catarata depresiva y no era algo lindo. La cara de un tipo vejado por la vida de un adicto y roñoso. El de la parrilla le dice - Nena ¿Qué vas a morfar? Ella no había pensado en eso. En un rapto de irracionalidad pidió un corazón. El tipo la miro con cara de que estaba loca. Pero no le importaba solo le explico- Es más caro ¿No te importa?, ella negó con la cabeza. El tipo sacó el cuchillo y partió para el fondo del local.

Ella esperaba y seguía pensando en esa gente falsa que la rodeaba y que le pensaba como una persona buena pero demasiado ingenua. Todos, todos se habían aprovechado de ella. Aunque ella pensaba que era al revés. Al principio ella lo tenía todo bajo control pero luego las cosas se iban deformando conforme el tiempo pasaba. Todo se convertía en algo negro e insufrible. Cosa que muestra porqué la mujer siempre es más bárbara que el hombre en toda clase de venganza. Porque alguna de ellas tratan de ser razonables hasta que se enamoran lo cual es raro y ahí si que no perdonan. Conforme a eso, Belén estaba enroscada trataba de saltear la resignación y de vivir otra vida. Una vida menos burguesa y absurda que algo la cambiara. por lo menos de eje. Esa clase de cosas eran las que no pasaban. Por todas ellas. La sensación de ella era de simple desasosiego. La mirada de los otros era el infierno mismo. Porque todo era una simple evaluación, la tierra esta maldita nos consume. No hay espacio para la misericordia, ni los curas la tienen. Ella para peor sabía de esos al haber recibido la educación católica conservadora. No había lugar para la bondad más que en el cielo. El tiempo pasaba solo quedaba sacar un cigarrillo y fumarlo. Con lo rico que eran esos cigarrillos venenosos, los compañeros inseparables de ella. Mientras fumaba oía unos gritos o disturbios. Cosas anormales, parecía que estaban matando algo. En un momento pensó irse, luego desistió. Había que quedarse allí alejada de todo.

El tipo volvió y se oyó el ruido de la parrilla. Un olor a carne que se cocinaba se internó en su nariz. Su estomago se abrió y casi babeaba. Llena de un hambre incontenible. Ya fantaseaba con el pedazo de carne que iba a comer. A los diez minutos el tipo se dio vuelta. Y trajo en un plato que era realmente asqueroso un corazón. Literalmente era eso. Un corazón, ella misma estaba dura ante el pedazo de carne y el lugar. Pero el hombre pudo más, decidió probarlo. El gusto de esa carne era impresionante, llena de placer se encontraba y su cerebro la electrocutaba. Nada mejor que esa carne pese a que el lugar daba lastima. Estaba de hecho ese corazón un poco sanguinolento. Pero no importaba el sabor era delicioso. Nunca se pensó comiendo algo así.

Cuando terminó quiso algo más. Su hambre no se concretaba en ese pequeño pedazo de carne. Pidió una mano, cual era imposible. Nadie tendría en una parrilla una mano, los animales manos no tienen. Pero eso no importaba. El tipo como se fue la primera vez hizo lo mismo. Belén vio sus manos llenas de sangre pero no estaba inquieta al respecto. Todo le parecía normal, quizás ese lugar era lo más irreal. Por lo que todo eso podría ser un sueño en el cual despertar sería perderse la mejor parte.




www.ellocodearriba.blogspot.com

No hay comentarios.: