05 diciembre 2009

Patos IV

El pato desconocido.

Un cubo de un color azul profundo vaga solitario por los caminos interestelares. Pero el cubo es sólo un cubo y no tiene la conciencia para disfrutarlo. En algún momento es absorbido por un agujero negro.
En el vacío absoluto, cae una taza de café. El cubo queda estático en la nada, y de la nada misma aparece un pato. Sus pasos crean una estela, y en algún lugar del inconciente, alguien se pregunta de donde sale la estela en el vacío.
Pero el pato sabe que los ojos deben abrirse, y se pregunta que deseo puede estar manifestándose inconcientemente de aquella manera. Cuando una pipa cae y lo golpea en la cabeza, el pato ya no piensa.




El pato entre cosas.

Llueven pétalos, mientras caen, se arremolinan. Caen también unas pocas gotas de un agua levemente azulada. Pero los pétalos llueven, independientemente al entorno, que azula, contrae, duerme, comienza.
Alguna voz remota, quizás, irrumpe. Quizás un eco, del vacío, sea. Sea.
Una cortina de pestañas da paso a un ojo, da paso a un ocre, da paso a un mundo, da paso. Uno, dos, tres pies. Llueven sombras. Un pato. Algunas notas se deslizan lentamente, con suavidad. Se arremolinan.
El cuerpo entero vuelve a un estado neutral, blanco, negro. Llueven pétalos, inundan. Absorben la luminosidad del alrededor. Un panorama que mengua su tibieza. Tierra azulada. Un pato.

1 comentario:

Lena - Cocotúoc dijo...

A mi los patos me inquietan.
Y vos, VOS.