13 diciembre 2009

Peripecias de un periplo plumezco.

De repente una pluma se desprende de un ave que quién sabe con qué fin emprendía su rutinario (o no) vuelo y comienza a planear discretamente delante de mis ojos. Entonces, pienso.


No creo bajo ningún punto de vista que esa pluma nos esté advirtiendo nada acerca de su soledad, ni mucho menos. Descreo absolutamente de cualquier teoría simplista que nos diga que esta pluma esté padeciendo del destierro, del exilio involuntario, o penando el desarraigo. Ridículos aquellos, incluso, que se atrevan a insinuar la muerte de aquella.


Lo que yo veo cuando veo esa pluma que se eleva, desciende y vuelve a emprender vuelo, es, hablando a grandes rasgos, un manifiesto de libertad. Es pluma ya no es mas una entre tantas otras plumas, esa pluma ahora es lo que siempre quiso ser. Es pluma y es libre. Esa pluma, pequeña pluma, insignificantemente pluma, acaba de nacer.


Entonces vuela. Vuela y consuma su acto de felicidad. Vuela y se enrieda con la apacible brisa, entre ellas confrontan, se cruzan, se adoran, se odian, se hacen el amor para luego volver a separarse y perderse en el anonimato que otrora los unió.


Pero el viaje se acerca a su fin. Consciente, quizás, de tal próximo desenlace, la pluma no acarrea lamento alguno. Si pudiésemos descubrir en ella un rostro, seguramente tendríamos delante nuestro una sonrisa de alivio, una sonrisa de fin de semana, una sonrisa completa. Nada ni nadie, ni escobas ni suelas, podrá arrebatarle todo lo que supo conseguir, vivir y disfrutar.


Finalmente, cierra sus ojos, ojos de pluma y balanceándose de un lado a otro, se apoya suavemente contra el piso, y ve cómo lentamente los últimos recuerdos de su reciente epopeya se tornan borrosos, hasta desaparecer por completo, en un instante eterno.


mosquitero.wordpress.com

1 comentario:

Lena dijo...

Esto es algo bello, muy bello.