19 diciembre 2009

Tomó un Revólver


Miraba el revólver sobre la mesa, apoyada tan revelde sobre una esquina. Podía verse a sí mismo moviendo el brazo para levantarla y llevarsela consigo pero no lo hacía. El hombre de bienes raíces volvería en cualquier momento si sólo había ido a buscar unos papeles al auto. Efectivamente, ya se oían los pasos sobre el suelo de madera de la entrada.
Empezó a temblar con una vertiginosa emoción, nunca había tenido un revólver. Al oír los pasos, miró la salida del sótano por la que entraría el hombre. Miró el revólver que parecía llamarlo. Viendo desde abajo nuevamente la puerta, ésta se abrió y la mano rápidamente tomó el revólver. El revólver se deslizó entre la cintura del pantalón y la cadera del muchacho. Con el señor de bienes raíces no se habló mucho más, el joven quedó en pensarlo y volverse a comunicar.
Así que esa visita no sirvió para nada, salvo adueñarse de un revólver. En esos momentos se iba caminando ignorando la oferta de ser llevado en auto. Miraba el suelo, unos pasos más adelante, pero no lo veía porque pensaba en el revólver. Se imaginaba sacando el revólver para apreciarlo, vio sus manos sosteniendo el arma delante de sus ojos, pero no lo hizo. Así que estaría viendo eso, seguramente, en lugar del suelo.
Parecía que recordaba el revólver con lujo de detalles porque lo estaba recordando en ese mismo momento y tenía plena confianza en ese recuerdo. Entonces movía las manos como si cambiara el revólver de ángulo. Pasó por delante de la puerta de su casa, la de sus padres realmente, y siguió caminando hacía donde estaría el centro urbano. Miraba el mango de madera y el martillo en una esquina.
Ya caminaba entre mucha gente que paseaba por la peatonal queriendo comprar cosas sin que fuera realmente necesario. Seguía observando el arma guiando su vista y memoria con la yema de los dedos. Miraba unos surcos en el cañón del revólver, miraba cada detalle que aparentemente recordaba muy bien. Miró el gatillo que estaba en una posición medio ilógica. Vio por ahí cerca algo borroso y pasó el dedo. Entonces recordó que era el seguro del arma.
Ahí fue que el seguro se corrió y el gatillo volvió a su posición debida, dejando salir una bala que me entró por debajo de las costillas y atravesó mi corazón y mi pulmón derecho. Enseguida dejé de vivir mientras toda la gente del centro se agrupaba a mi alredededor. El joven no entendió que me pasó y palpó la parte baja de su espalda comprobando que el arma siguiera ahí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una maravillosa lectura. Me ha encantado tu texto.

Mindbleeder dijo...

^_^