20 febrero 2010

El Decurso

I

Basura. Es todo lo que le podía decir a éste mundo. Sus patas rumiaban descalzas la hierba que compró en el mercado atendido por sus propios dueños. La mano invisible le complicó el asunto. Los precios fluctuaban a cada rato y todos corrían para obtener lo barato. A veces lograba cantar. Pero sus patas rumiaban la hierba. Y en el horizonte las cosas no iban bien.
La estaban esperando, los gritos se erguían y clamaban: “¡Ostias!”

II

Dentro de la noche espesa como gelatina mal enfriada los ciegos podían degustar un cierto dejo de desesperanza en su rostro. Como todo ser bípedo, logro hacer unos pasos mal sincopados, hacia la izquierda, alejándose de la costa bañada de perfume a frambuesas.
Había escapado por poco, escondiéndose dentro de barriles mohosos pudo evitar los golpes de látigo que aquellos seres desesperados buscaban propinarle. Acaso robar peripecias era un delito en aquella región de gaitas azules y cielos rotos, pero entonces debieran formar ronda danzante a su alrededor y no violento latigazo de horrores.

III

La hondonada le tendió trampas al recoger los frutos. La sinuosidad le estaba esperando lejos, detrás de las montañas, más allá de los pueblos cercanos. En la ciudad plagada de charcos hediondos un grupo de personas de aspecto amarillento, casi hepático, preparaba cientos de canastas dispuestas a aceptar la obligatoria ofrenda que debía otorgarles sin más explicaciones que un gesto de sorna. Así podría quedarse una temporada tranquila en la roca y sembrar la hierba que había adquirido tiempo atrás, tan necesaria para sus meditaciones y estudios sobre la cadencia de las letras que surgían siempre en los habitantes solitarios de la región (que eran pocos y se reunían entre ellos, conformando una cofradía de reverencia a las artes, siendo sus miembros perseguidos hasta el hartazgo por un grupo de hongos superdesarrollados).

IV

La creatividad es un juego; es entre el viento que se hace visible en las ráfagas que levantan tierra y polvo infinitos, entre él y las ganas de.
Hay tardes en que se hace imposible responder a los ataques. La mente es cubierta por una baba blanquecina, pegajosa, se pone ameba y fagocita criminalmente durante el resto del biombo. Es capaz entonces de empaparse con su propia humedad. Cuando despierta, toma mates.

V

Spaghetti Spinetta.

VI

Después de rondar, cerciorándose de la ida de los espías, miraba el infinito. Sacaba conclusiones acerca del espacio y el vasto universo que la contenía o bien que su ser contenía. Quién sabe.
Podemos cambiar el alarde pero no el dolor de panza.
Y le dice
- Estamos muertos, date cuenta. Que te recuerdo y te lloro. Que nos mataste.
Saca un libro muy viejo y muy ancho y lo abre en una página cualquiera y lo mancha de lágrimas (todas las páginas están manchadas de lágrimas como cartas de amor mal escritas y arrepentidas pero no son cartas de amor mal escritas y arrepentidas).
Saca una lupa y examina las manchas de sus lágrimas.
Soy el hijo de todas y el amante también.

VII

Y al hamacarse descubrió que sus tristezas y sus ideales y su boca podían posarse tranquilamente en la mano de un músico. Que su mundo no era terrible. Lo terrible era la región, la lobotomización, los gatos heridos con su pelaje gastado. Que la hierba crecería en su ausencia y las nubes jamás cubrirían el Sol (aunque si el cielo, pero el viento) ni los tucanes.

IX

Esa noche se bañó en el río.



http://vaciocosmico.blogspot.com

4 comentarios:

akira dijo...

justo ayer lo estaba leyendo desde el blog y me rompio la cabeza, de verdad muy bueno lena

Anónimo dijo...

Me emocione Moli.
Cómo te amo, con todo el alma.
Te voy a llamar ya a tu casa que te tengo que leer algo.


Agu

Ferezeben dijo...

cuando hay otra fete?

Lucio Borgna dijo...

spaghetti starosta

es lo que voy a comer dentro de un rato