21 marzo 2010

El que te quiere

El que te quiere,
te nace en mitad de las pupilas,
en la noche resfriada y poderosa
de tus ojos que alimentan a los míos.
La barricada alegre en sotto voce
que crea las sombras de mi cuerpo
no son sino un retazo del instante en el que hablamos.
El que te quiere conoce de qué hablarte:
de nada, porque el cuerpo y el aliento
ya nos hablan.
Así, regurgitados,
salimos despedidos de nuestras bocas
para estrellarnos contra el mástil de las lenguas,
ensordecerrnos;
la saliva nos penetra en los oídos
y matarse es la única salida.
El que te quiere comprende
que la gente es una mentira
que estamos vos y yo solos en mitad de los momentos,
que están hechos de madera nada abstracta ni serena.
El que te quiere sabe que además de ser la vida
al mirarte ve pasar toda emoción y fotograma entre sus ojos
por eso cree que debes tener algo de muerte.
El que te quiere
prepara su cintura como mesa
y deja que tus manos escudriñen
intentando encontrar un plato fino y perfumado
donde la carne baile para tu gracia.
El que te quiere no puede lastimarte aunque lo obliguen
la lengua y el lenguaje deslenguado
podría desatarte de su vida.
El que te quiere
ataca bibliotecas de anatomía
consultando acerca de sus huesos
son demasiado finos para soportarte en su vida.
De ser así se vuelve
vampiro de alguna vaca henchida.
El que te quiere
conserva tu sonrisa como si esta
fuera un puente naranja que conduce
divergente y bondadoso a lo placentero.
El que te quiere explora tu torso como un mapa
por donde pasa lento el ferrocarril de sus dedos.
Tu torso, desafiante de escultores.
El que te quiere te cela cuando menos un poquito:
se hace amigo de todos los espejos
que mientras no me ves (tan distraído) me informan
si te han visto en la cara una sonrisa que no lleva mi nombre.
El que te quiere, hablando de tus ojos, no se refleja en ellos
más bien apoya el lomo hacia la siesta
en la rueda azabache y resplandeciente
que tu mirada lejana y hogareña construye.
El que te quiere, cuando estas quebrado
cuando los otros solo te decrecen
fabrica con sus pies un laberinto de estrellas
para dejarte a salvo de otras jaulas.
El que te quiere sujeta fuertemente los golpes
que algunos te dieron con ocasos
y los vuelve dóciles, les saca los músculos,
los pone a tu servicio. Te hace rey.
El que te quiere tendría que descoser tu aroma
de su ropa fresca y viva, para poder sacarse esta, tu sombra,
para nada más que para dejarla en una percha,
y usarla cuando el mundo se derrumbe,
y el sueño pertenezca a la alegría.
El que te quiere no te agrede,
suplica que construyas una herida
donde dejarlo acurrucado siempre,
mirándote con ojos de sirena,
hablándote como hablan los felinos
arqueando la mirada para incitarte
a esbozar una palabra
para poder parir
al que te quiere.
Te quiero.

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