01 abril 2010

Calla, mujer

Que si no tengo nada que decir
es mejor callar.
¿De dónde haz sacado
semejante estupidez?
Siempre hay algo que decir
(pedirme silencios
es pedirme imposibles)
y si no, lo invento,
porque hablar es mi pasión
es el vínculo que me ata al mundo,
a los demás, al aire,
el aire que aspiro para no
dejar de decir las cosas que
tengo para decir
(que son muchas y
muchas son inservibles
como si los gatos saben
acerca de sus colas)
y si nadie las quiere oír
pues las escribo para nadie
o para ese amigo invisible
o compañía metafísica que
a veces llamamos Dios
(que es un yo desdoblado,
es decir que elevo una
parte de mí a un nivel
como de nube que observa)
y escribo sin forma y compulsivamente,
es así como hablo, aunque conozco a alguien
que habla como de un tirón y llena
el aire que respiro de cosas maravillosas
que me ponen en paz porque es como
en un sueño o en una alegría.
Aparte está el factor pasión
las cosas que amo me pueblan de palabras
y si no las escupo moriré
puesto que mi deber
es decirte todo lo virtuoso
de esas cosas que me llenan de pasión
(se van a la mierda los griegos, las pasiones
son el motor de la historia, tan gracioso
que C.M es Marx y es Menem)
Aunque, hay cierto tiempo muerto o
detención de la vorágine que hace que
elija con más cuidado las palabras,
y es un momento interno, no
algo por fuera como LA inspiración
o LA creación, todo proviene de procesos
mentales (que continúan siendo arcaicos
por la insistencia de pensar en planos,
todo viene de un lugar, es
figurativo o abstracto, ¡tan torpes,
tan ilusos! Hay otra dimensión
que no es dimensión, es algo
más pero no podemos
imaginar)
y creo que en este punto del
discurso, es tonto
aclarar que si algún día
en medio de este correr tan
detestable del tiempo, me quedara
sin palabras, sin algo por decir,
me pegaría un tiro en la cara
(“así, ¿ven?” diría un amigo,
excelente poeta y gran narrador)

Si debo morir que sea
cuando necesite callar.



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