26 mayo 2010

Crónica del día en que perdí

Crucé por su habitación, lo vi concentrado, jorobado sobre un pequeño libro. Me acorde de aquel fenomenal cuento que cuenta como un hombre observa a otro desde lejos, que parece loco, que parece tener convulsiones mientras está en cuclillas; al final, el observador decidido se acerca: el hombre en cuclillas estaba afilando un cuchillo…


Nos encontramos a la hora del almuerzo, lo veo pensativo, sin ganas de parla. Le cuento de mi día, de la selección de futbol y la sorprendente convocatoria del enyesado de Garcé. Sin respuesta me voy, extrañado me pregunto por qué una persona propensa a la discusión no me cuestiona, no cuestiona nada, podría contradecir sus más profundas creencias y recibir un tibio: y bueno.


Por la noche lo invito a sentarse mientras ordeno la mesa, meticulosamente veo como acomoda los caballo mirando al frente. Como siempre, empiezo con los chistes, y las explicaciones que me quedaron atragantadas en el almuerzo sobre el pata de palo y el optimista del gol. Cuando termino veo el implacable avance de los siempre sacrificados peones. Sucede que cuando uno se da cuenta de algo, otro proceso se está iniciando en ese instante, otra cuestión que nos hace estar un paso atrás siempre. Concluyo perdiendo por paliza, como Foreman a Frazier, me hizo tumbar mil veces, jugando conmigo, el jugaba y yo sobrevivía. Al final me tira sobre la meza un libro de ajedrez.


jaguayapu.blogspot.com

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