24 julio 2010

Rendición

Al final tenías razón cuando dijiste eso con lo que querías lastimarme. “No es cierto, no es cierto”, decías después de dicha la peor verdad, mientras mis mocos deshacían en desecho líquido toda tu desmentida. Siempre tuviste, ésta también, esa superioridad. No cualquiera renuncia con grandeza y contra toda evidencia a los poderes que podría ejercer con la mortal eficacia de la pequeñez. Tan chiquita y tan grande. Siempre tan hermosa (y levemente absurda).
Los demonios siempre están volviendo. Y al final de los finales, al principio de ese principio del para siempre, terminan por llegar a casa. Aunque lo pensemos y sea imposible. Aunque no se pueda volver sin jamás haberse ido.
El problema es la falta de una épica. Cuando la más nula altura del conflicto me supera, cuando no hay enemigos y solamente estoy ahí, eterna y dolorosamente por debajo de la altura esperada. Con el resto mínimo para imaginar la magia de un fondo apenas menos oscuro para la desidia estrepitosa de mi bandera blanca.

2 comentarios:

Tu Sol sigo a Roetana. dijo...

¿Pero cómo lo pase por alto? ¿CÓMO?
Textazo.

El problema es la falta de una épica.

qué genio, loco.

Haffner dijo...

Ey. Gracias.