29 octubre 2010

Quién habrá sido el atrevido

Estimados señores del Consejo Mundial del Color:

Me dirijo a ustedes a través del presente escrito para comunicarles mi indignación. He estado pensando esto durante largos años, y luego de una serie de conversaciones que sostuve con familiares, amigos e incluso con funcionarios de su Honorable Consejo, he decidido expresar mi descontento oficialmente.

Creo que su organismo, en tanto ente regulador de todo lo que refiere al color y a las convenciones que a partir de ellos se establecen, le debe una explicación al mundo. Digo al mundo porque si bien es cierto que la presente es una manifestación individual que nace de mi persona, también creo que desde su gestión se ha instalado impúnemente una cuestión nefasta que ahora se pasea inmutable dentro de las estructuras significantes del lenguaje, y por extensión por la de cada habitante a lo largo y ancho de las tierras por el hombre transformadas.

Me refiero (y sospecho que son conscientes de tal crimen) a lo que su gente ha hecho con -y a partir de- el color grís: una de las atrocidades mas injustas cometidas como si nada por un órgano mundial de su jerarquía e ingerencia. ¿De qué mente perversa puede nacer la idea de relacionar un color tan bello, tan vivo y con tantas cosas para decir como lo es el gris, con sensaciones y emociones indeseables como la soledad, la tristeza, el desamor o, peor aún, identificarlo con la indefinición, la indecisión o la hibridez en contraste con otros colores en teoría “concretos” (¡por favor!) como el blanco o el negro? Grandes teóricos se han animado, incluso, a condenar al gris a la objetividad. ¡Exijo una explicación, el mundo la merece! Semejante saqueo a la humanidad ha de tener un responsable, y ese sujeto debe ser juzgado por su crímen y condenado por la eternidad, sin duda alguna.

Pienso que es deber de ustedes, miembros del consejo, la de mirarse las caras y hacer autocrítica de su accionar y de sus consecuencias. Han arrebatado a la especie la posibilidad de disfrutar de un cielo cubierto, de gozar un dulce caminar bajo una inminente tormenta; de sonreír un domingo nublado por la tarde, acaso una de las postales más bellas jamás concebida.

Me pregunto: si yo acatara su mandato, ¿cómo hubiese logrado entonces alcanzar la alegría el día de hoy? La lluvia es inminente, el color gris cubre los cielos y se refleja en casas, parques y rostros y sin embargo camino y sonrío sólo como un tonto, ¿soy yo acaso el equivocado?

Un libro a mi lado es de tapa gris y es tremendamente bello, los ojos grises son inigualables en su expresividad, se han creado mundos completamente nuevos e inimaginables con un simple lápiz negro que, ¡oh casualidad, es gris! Tiendo a pensar, de a ratos, que incluso el alma ha de ser de color gris. Pero esa es otra discusión. ¿El loco soy yo? No lo creo, he logrado abrirle los ojos a varios ujetos que de inmediato se lamentaron furiosos y tristes todo el gris maltratado y manoseado.

Poco más que comunicarles, no más que la invitación a reflexionar, si es que tienen algún interés en la humanidad (cosa que dudo de cualquier aparato burocrático), acerca de lo que han hecho con el gris. Sugiriéndo así mismo un cambio de política con respecto al mismo.


Sin más, mis saludos cordiales (y por tanto, no-grises, ya que el gris de cordial no tiene nada, sí de travieso y desalineado).



http://mosquitero.wordpress.com/

4 comentarios:

Mosquitero dijo...

Gracias por publicarlo un días gris como el de su creación.

Salud!

Nico dijo...

Hermoso el texto

Lena dijo...

Es que el gris ejerce una fascinación poca veces vista en los días de chuvia. O en las cenizas que se volan. O en cosas así. Siempre escribís unas cosas muy bonitas, que bueno que evoheñes.

Anónimo dijo...

Aprendi mucho