10 marzo 2011

θέατρον

En el escenario, hay sola y solamente, un par de brazos sobre rodillas, un par de piernas cruzadas. La piel suave sonríe desde los huesos al público. No podemos eludirnos del embelesamiento que provoca, sola ahí, mirando fijo a todos sorprendentemente. Porque vos consultas con la mirada a los demás, y por mi parte te lo confirmo, creí haber sido confirmado por otros quienes imagino te habrán confirmado. Que, en efecto, todos nos sentimos pertinentes a esa mirada panorámica. En su cara no hay sonrisa, y menos mal, esos ojos por sí solos son demasiado blancos. Y esa tersa piel tan ajustada a los huesos, como ya dije, es una sonrisa en si misma ¿A esto vinimos? Ya olvidamos la instancia previa a entrar y vagamente tenemos la certeza de habernos introducido en este salón. Pero está claro que aquí estamos, sentados tal vez, todos mirando a ese ser, que sin duda alguna es mujer. Y ella, sí, ella, no hace más que estar ahí claramente sentada cruzada de piernas, cruzada de ideas, cruzados los dedos en el anverso de la rodilla. No los dedos, sino los huesos de los dedos. Y es una completa incógnita tanto si las costillas no se estarán cruzando, jugando a comportarse sin que nadie lo sepa. Y, si a ello juegan, han de estarlo haciendo muy bien, ya ni vos ni yo ni ningún otro de nosotros es capaz de discernirlo. Fuera alguno de estos susodichos y nombrados sujetos capaz de discernir, de paso sea, qué motiva a esta maravillosa criatura a permanecer en la más absoluta de las parálisis. No creo que alcancen las miradas para comunicarlo. Pero no dejo de sentirme observado ¿Lo dejás vos de sentir? Verdad que no. Creo ver en todos nosotros esa misma perturbación, casi como si fuera simultanea. Empiezo a sospechar, empiezo a temer, que nada fuera nunca ni aún en un principio anterior al que nos origina, como lo venía yo creyendo en oraciones previas a la que ahora pronuncio. Me empieza a embargar un miedo que sería irracional sino fuera porque tiene una razón de ser y, si estás sintiendo un miedo e ignorás su razón, quizás coincidamos en ambos. Acaso no estemos nosotros observándola y no esté ella montando un espectáculo ante nuestros ojos, sino seamos nosotros; vos, yo y todos los aquí presentes, quizás incluso con sus sentimientos y temores, sus pasados y sus potenciales sucesiones; una farsa, o una muy cierta ficción. Si es así ¿qué esperamos para actuar? ¿Y qué es lo que hay que actuar? ¿Qué vino ella a observar? Recordá, recordá, que todo este tiempo se mostró cómoda y divertida y alegre e interesada en nosotros ¿Qué hacíamos? y ¿cómo lo podemos seguir haciendo?

1 comentario:

Nico dijo...

Me gusta el texto Jere. Sobretodo el comienzo, la primera mitad. Después siento que se diluye un poco la intensidad y la incógnita generada al no haber una acción y ser pura reflexión. ¿Por qué comienza a temer?
¿Es por sentirse observado?
Igual, me gustó el texto, saludos!