18 abril 2011

Jirafa silente - parte 1

Se sabe, se sabe que detrás de los ojos hay cosas. Son ese conjunto de inescrutables cosas las que conforman la tensión suave, el puente endeble y aterciopelado que se tiende de ojo-a-ojo.

Qué y cuánto, hasta el hartazgo formulada la pregunta. Una mañana sin nada que hacer más que tomar un mate escuchando la radio, ver por la ventana que es un día nublado, que no haya ni una puta moneda para ir a tomar el colectivo, que el tren no la deje en ningún punto cómodo de la zona y entonces los trámites se pospongan. Pospuesto, hoy, hasta cuándo. Cuántas cosas más a posponer. “Pesimistas las veinticuatro horas, ¡cortala!” dice la radio mientras promociona una revista. Ja, piensa ella. Y que debería salir a caminar, ir a visitar a su amigo sin saber si está, sin saber en realidad dónde ir. Ahora están pasando una pieza instrumental mientras hablan de la ESMA. También mataron a doce chicos en Brasil, un loco entró y empezó a los tiros.

Todos los días es igual, y le duele la cabeza. La rutina de la  no-rutina le aplasta la cabeza, necesita le urge algo. 

A las tres de la tarde tiene que ir a tomarse el tren, esta vez sí. Pero hasta Constitución, y después el subte, asqueroso subte ruidoso subte subtepass. Ahí donde nadie te mira. Ahí donde al fin del recorrido está la facultad llena de esos playmobil pseudo hippies que aman todo lo que la academia les enuncie y les embronce. Que luchan, al mismo tiempo, contradictoriamente, por ser los más ánder, los más contraculturales. Pero  si no va, ¿qué hace? Caminar estas calles de tierra, sentarse a leer en alguna plaza mugrienta, bella plaza de otoño, mugrienta plaza conurbanense, plaza del sur, plaza de Glew o Guillón o Quilmes. Hoy el Pepe Mujica dijo que los padres tienen que prestarle atención a los hijos, que es por desatenderlos que caen en la drogadicción. El mate está lavado. La yerba es asquerosa desde el inicio.

Que llueva, que llueva. Máxima veintisiete grados. Puaj. Humedad.

Amalia tenía ganas de ojo-a-ojear, pero no se animó. Se quedó entonces escuchando que por suerte la hermana Bernarda está viva. ¡Viva!

2 comentarios:

Luciano Banegas dijo...

Jaajaja muy bueno lo de la facu..

Anónimo dijo...

qué buena guacha que sos amiga meia. te amoooooooooo la torta.


agustina.