27 diciembre 2011

"Erase una vez". Ensayo sobre el ser humano. ¿Ensayo sobre la burguesía?

 
“La verdadera superioridad del hombre no consiste en dominar, en vencer  a la naturaleza; es, para  el hombre de acción, mantener el ánimo sereno ante la rebelión de la materia, es poder decirle: “¡Que  me aniquile, venga! ¡Pero conmoverme, eso nunca!”
Julio Verne – “El eterno Adán”


En un tiempo, tan solo era el hombre y la naturaleza.
Con ella o contra ella.

La tierra se presentaba ante sus ojos, vasta, desconocida. Llena de misterios, incógnitas y fantasías.
El hombre entonces, se sentía en una especie de desafío permanente.
Desafiado en cuerpo, mente y espíritu.
Todo el tiempo.
La raza humana no vivió mejores días.
 La razón y el instinto frente a un lienzo en blanco,  inexplorado…

Luego, lamentablemente, la historia siguió más o menos, así:
En el comienzo, como ya dije, el hombre y “la nada”. Campos y campos de tierra. Ríos, arroyos, mares, desiertos, glaciares.
El hombre solo, y literalmente, “desnudo” frente a todo.
Con el paso del tiempo, el hombre endereza su postura, pierde la lumbalgia…
La cordura.
Por una mujer, una bandera, una ideología, una corona, una moneda, un Dios…
Por una cabeza
De un noble potrillo.

La tierra, ahora superpoblada, ya no se presentaba ni tan libre, ni tan cercana.
Algunos pocos se hacían dueños de mucho, en su mayor parte a costa de otros.
Esos otros abandonaban cualquier intento superador pues todo parecía imposible.
La realización superadora del hombre, tanto en materia como en espíritu, quedaba en manos de especialistas. Tan solo ellos podían acreditar conocimiento, dar opiniones formales y guiar al resto.
El hombre delega entonces, tierra, razón, fe y hasta el valor de su propia fuerza de trabajo.
Dejando que otros lo hagan por nosotros, dejando que otros digan que debemos hacer.
¿Qué perverso sistema implemento tales métodos?
Ninguno ajeno al humano.
Fueron nada más ni nada menos que otros hombres, fieles, muy fieles a su naturaleza.

Desde tiempos inmemoriales el hombre busco la manera de, primero, comerse a su compañero, luego robar la comida que este conseguía, mas adelante a su mujer, sus inventos y así lo que sea que las nuevas épocas y posibilidades traían.
Adán inclusive, según la Biblia, desobedece la ley natural impuesta por Dios para seguir su propio instinto natural.
La destrucción quedo desde entonces escrita, determinada, establecida.

Hombres de las cavernas primero, luego de las propiedades privadas.
Chozas, castillos, colinas, casas, edificios, barrios cerrados, mansiones, islas.
El hombre, desde el rico hasta el pobre, ensalzado en su propio misterio.
Danzando sobre su egoísmo, enmascarado de progreso. Generando tan solo aislamiento.
Un alambre, luego una cerca, luego una puerta, con llave, dos llaves, un cerrojo, una traba, perros guardianes, seguridad privada, cámaras.
Encerrarse y encerrarse.
Observar el mundo a través de la mirilla, para dar sobre él un veredicto certero, cargado de ignorancia y simplismo. ¿Acaso no es eso lo que hacemos?
En un planeta tierra como este, hemos sabido crear las paredes, y tan solo necesitamos de 4 de ellas para ser felices. Luego una ventana, pero cerrada si es posible.
Con rejas si, luego rejas.
La puerta reforzada, y todos adentro.
Afuera, hordas de barbaros (en realidad, tan solo otros seres humanos) acechaban, poniendo en riesgo nuestros logros, nuestras adquisiciones, nuestra seguridad.
Pocas cosas busca tanto el hombre en su vida, como la seguridad de tener algo concreto, tangible, propio y de nadie más. Sabe de la volatilidad de lo que lo rodea, sabe sobre todo (más que nada), de su propia finitud Y esa es la razón que más pesa en cada una de sus decisiones.
Familias enteras entonces, adentro. Luego más y más familias para arriba. Hacia los cielos.
¿Acaso eso unió mas a esos relativos?
La respuesta está a la vista.

Una vez lejos del mundo, el hombre se dispuso a observarlo a través de la visión de otros. Así creo la televisión, y otros medios masivos de comunicación.
Sumándose otro aislamiento, el tecnológico barra virtual.

¿Vivir lo que nos rodea? ¿Saber que pasa, al menos en nuestra cuadra o ciudad?
Ni lo sueñe, es mucho pedir a humanos que desconocen por años a sus propias familias o parejas.
... Así (resumiendo) ese hombre desnudo, hoy está cubierto de cosas, haciendo malabares como algún nuevo rico saliendo del shopping…
Se le cae todo de las manos.
Porque sobre todo, tiene cubierto los ojos.
De lodo.
Lodo ancestral.
Su propio lodo que con esmero genero todo estos años, y con dedicación paciente se unto con sus propias manos.
Hoy, ya no puede ver, ni escuchar, ni dialogar con facilidad (inclusive con alguien cercano).

El arte, quedo para los artistas. La religión para los religiosos. La ciencia, para los científicos. La aventura para los locos.
El mundo, ya está dado. Es demasiado grande, y eso en estos tiempos, pesa.
Se nos presenta armado, solucionado, resuelto. Sin nada que podamos hacer por el.
El hombre se conforma, ya no con pintar su aldea (y así luego el mundo), sino solo con poder, aunque sea, pintar su casa.
Y observar por televisión que hace el vecino de al lado y los de mas allá también.

El tan mentado progreso...
¡Es la economía estúpido!



A la memoria de Ernesto Sábato, en su faceta de ensayista.
A Julio Verne, sobre todo al feroz crítico y lucido analista de sus últimos textos.

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