02 julio 2009

Subiendo van los humos

Usted podrá saber mucho de papeles pero de su caridad con el artista no entiende nada.
Tal vez como una hiedra crezcan las tristezas de los hombres. Pero, un simple cambio de compás podría ser la solución. Claro, complicaciones. ¿Quién comprará todos esos amores gastados, podridos, esas casas preciosas, ese peinado perfecto? Usted debería pensar en otras cosas, señor. Imagine que… ¡tan sólo imagine! Le parecerá extraño mi pedido, pero ya verá como su mente se vuelve gelatina al imaginar.
Y estos edificios espejados, estos estanques artificiales, esta vida posmoderna. Todo hecho con una finalidad práctica, alguien pragmático como usted, señor, no va a andar con tonterías como la construcción o el disfrute por el hecho mismo, inigualable de la belleza… No me venga con desfiles de moda, yo no quiero plástico, quiero la inmensidad del vacío, el infinito creativo de la nada. No me entenderá.
No voy a dar más vueltas, pues ya me he mareado con las que me ha hecho dar su amiga Burocracia, ¡si será una vieja arpía! Represento a un grupo Incierto. ¿Quiénes somos? Un grupo de amantes de la caridad del papel. ¿Qué hacemos? Buscamos la belleza. No, no la perfección, sino la plena capacidad de crear o suscitar sentimientos y revoluciones en el espíritu. ¡No señor, no queremos dinero! Queremos pedirle algo simple: abra su mente, cierre los ojos, sienta en sus manos la energía cósmica, ¿no siente ya en la yema de sus dedos el destello de aquella explosión en la misma nada, cuando mágicamente los segundos no corrían, cuando el tiempo no existía y nadie debía correr escapando a la muerte? ¿No? ¿Nada? Pues… entonces, será más difícil. Para usted y para nosotros.
En este momento me doy cuenta de algo que se nos escapó, algo que no tuvimos en cuenta, señor. Nosotros queremos elevar mente y espíritu, queremos que todas las almas tengan plenitud, ¿pero cómo lograrlo, si están presas? La belleza no es lo que las eleva. La belleza primero debería desencadenar las almas, para que cada una flote a su antojo, revolucione su mente de un color cualquiera, no el de la obra, pues la obra sólo tendrá el poder de otorgar albedrío interminable. Una vez emancipados los hombres, podrán elegir qué es belleza para ellos. Hay primero que liberar el alma para revolucionar la mente.

4 comentarios:

Agus dijo...

Bellísimo, simplemente bellísimo, Lena. Y es totalmente cierto, la belleza, no la perfección, el saber que detrás de estos ojos danza la música del alma, y que no es un juego de movimientos estirándose para, estamos hablando de un vuelo desenfrenado, de una nube, del espíritu tejiéndose lentamente en la relajación del cosmos...

Hermosas palabras, tenés un árbol inmenso, sinceramente me saco la boina y te aplaudo.

Un abrazo de flores acuáticas.
Paz.

Agus (peperina en trance...)

Freddie Egon dijo...

¿Viste que te dije? Este texto me encantó, e incluso me lo imagino llevado a un monólogo teatral. Muy very bueno good.

Adrián Regules dijo...

Ay, ay, estos artístas. Y debo decir que me pasa exactamente lo que a Freddie. Me recuerda a una obra que un amigo protagonizaba, que en realidad hablaba de los héroes, del héroe real, el cotidiano y no el de bronce, pero en un momento el tipo (que era un simple vendedor de seguros) lanza un monólogo de una fuerza y vitalidad que erizaba la piel; así, con el tono apacible, pero firme y destructor de este texto.
Igual, sigo creyendo que el arte no existe, pero ese es otro cuento.

Y me depido cantando:

Pasan los años,
pasan los gobiernos,
los radicales y los peronistas,
pasan veranos,
pasan inviernos,
quedan los artistas.

Pasan las crisis y pasan las guerras,
pasa la prensa sensacionalista,
las prohibiciones,
las listas negras,
quedan los artistas.

Pasan los mecenas,
pasan los censores,
pasan hipócritas y moralistas,
tiempos peores y tiempos mejores,
quedan los artistas.

Pasan la belleza y la juventud
los pesimistas y los optimistas
pasan las pestes,
pasa la salud,
quedan los artistas.

... y así...

j. dijo...

eso me encantó, Lena.