27 julio 2009

Tríptico de amor (parte I)

Preludio de enternecido amor

“… [me enamoré (?) de tu antítesis (!)]…” (?)

TE AMO,
con todos los signos que eso implica
y la imposibilidad de tocar, alguna vez, tu rostro.
Sabiendo que no es correcto, ni siquiera pronunciable
reprimo en silencio cualquier impulso de abalanzarme sobre tu cuello
o de zambullirme en la profundidad de tus pupilas.

Si me dejaras…
recorrería tu espalda con los ademanes de una mosca
que se posa dulcemente en la piel de su tan anhelada flor.
Si tan solo pudiera…
moriría en el suspiro ocasionado por tus labios.
Si existiera la posibilidad…
despedazaría mi alma en mil fragmentos
con tal que se fusionen con tu savia.
Saltaría al precipicio más profundo
si tú fueras el vértigo, y tus ojos el abismo.

Y te encuentro sin previo aviso, un atardecer cualquiera
embebida en una brutal vergüenza que me desarma;
se ruborizan mis fragmentos
se derriten mis facciones.
Mis ojos, obedeciendo al maldito disimulo, no saben bien donde reposar
y huyen de tus ojos, con todo el dolor y la agonía
porque al fin te tengo frente a mí
…si tan solo pudiera mirarte un poco más…
haría temblar cada una de tus partículas
mientras te hago el amor entre caricias oceánicas.


Es el instante anterior a tu angustiante partida
en el que ruego de una y mil maneras ¡no te vayas!
sin antes haber tocado mis labios,
o mi cintura,
o algún rebelde cabello
por accidente o quizás, por algún tierno destino, necesidad de tus dedos,
o por simple (y triste) casualidad de tus manos.

¡Destiérrame, amor mío, esta noche, del frío de mi solitaria almohada
y entiérrame, dulce anhelo, cada noche, el calor de tu convexa piel!
Y déjame amarte hasta el amanecer...

1 comentario:

Anónimo dijo...

ENTERNECIDO AMOR.

Sé que te Amo, evitemos lo simbólico.
Aquí, mi rostro, se deshoja por tus manos y por lo que niegan decir… Sabiendo que no es correcto, mi cuello colgante, desea tu boca; al deseo impronunciable que tus pupilas les confiesan a las mías.
Sé que te siento, ahoguémoslo para que sea.
Un tiempo, lo hubo, lo sentimos… Tiempo condicional que nos sometía y si pudieras, si tan sólo, si existiera…
Yo he saltado al precipicio más profundo porque he visto caer al vacío tu espesa savia y me he vuelto loco en el afán de beberla y en el final no había precipicio sino un cielo eterno y era tu savia que me bebía y no hubo caídas porque tu sustancia me sostenía el alma.
Sé que te miro, no cerremos los ojos.
Y encontrarte por ahí, a la espera quizás, o a la entrega…cómo saberlo! Encontrarte al fin, en el fin, un nacer del morir, viejo morir… Observándote en rojo, mi rojo ideal y el sofocante calor de mi amor y la refrescante sensación de tus ojos… Y correr tras de tus ojos en busca de un poco de mar, de orgásmico maremoto.
Una partida, entre tantas: mi idiosincrasia y esas malditas Ganas; intolerables pensamientos salvajes que restan flotantes, taciturnos, calmos en el recinto; te han alcanzado, mientras mis casuales manos perecen de amor (tristemente)
¡Destiérrame, amor mío, esta noche, del frío de mi solitaria almohada
y lléname, dulce anhelo, cada noche, con el calor de tu cóncava piel!
Yo seguiré amándote en este amanecer…