15 octubre 2009

Patos III

El pato observado.

Un muchacho y una señora con sombrero toman el té de las cinco en el jardín. Se encuentran sentados en majestuosos asientos blancos, frente a una mesa de vidrio transparente. La señora mira al muchacho, sorbe un poco de té de su taza. El la mira, intentando ignorar su sombrero. Ella le habla, y mientras habla su sombrero crece, y crece, y crece…
- ¿Ha pensando usted, joven en esas cosas que no puede ver?
- He pensado más en las cosas que puedo ver, como el ala de su sombrero.
- Es que los seres son tan básicos. Nosotros somos los últimos del escalafón
- ¿Y quienes son los primeros?
El sombrero era ya tan grande que la cabeza de la señora quedo totalmente cubierta. Esta se saca el sombrero y lo deja en el suelo.
- Los primeros son, joven, los seres emplumados.
- Nunca lo noté.
- ¡Oh! Cuánta vida le falta. El peligro radica, así se lo digo, en los patos.
- ¿Superarían nuestra civilización?
- Y en menos de lo que se puede imaginar. Son animales envidiables. Se nota en su mirada, tienen algo extrasensorial.
En el jardín las flores despiertan y se desperezan. La mujer sigue hablando.
- Están totalmente exentos de supersticiones. Ellos viven el azar de sus vidas con una ciclicidad increíble. Debería verlos.
- Los vi muchas veces.
- ¿Y como es que no notó usted ese destello de superioridad que emanan?
- Es que a veces esas cosas pasan, vio… yo veo un pato, y es un pato. Usted ve un pato, ¿y ve?
- Veo tantas cosas. Si usted supiera… si pudiera verlo.
El atardecer oscurece, y se convierte en noche, en el tiempo en el que el muchacho sorbe el té.
- Pero yo también veo cosas.
- ¿Cosas que yo no veo?
- Por supuesto.
- No lo creo posible.
- Ahora la estoy viendo a usted.
La señora entonces se para. Hace una reverencia, y se aleja. El muchacho queda solo, y una taza de té frío. Al sombrero le salen patas, y camina.



El pato observador.

Dos patos caminan en una plaza de Cañuelas. Uno de ellos, con una pipa en el pico, el otro con un chaleco escocés, como un Holmes con su Watson en el conurbano.
Los patos avanzan por la plaza, solos. Hallan dos duraznos y se sientan en ellos. El durazno no se queja.
- Como son las cosas, hace unos años esto ni existía.
- Somos algunos de los pocos que vimos crecer el mundo. Lo importante es que es mundo crezca aún lo suficiente como para que otros ojos lo vean.
- El mundo no puede quedar entre cuatro ojos.
Los patos se levantan y siguen caminando. Deben apurarse, ya se ve que van a empezar a llover migas de pan.

3 comentarios:

confesión por un monstruo mal adiestrado dijo...

El sombrero nos ciega.

Lena - Cocotúoc dijo...

Lo que me encanta de tus textos son esas cosas tan pequeñas que te parten el bocho en mil partes.
"- Ahora la estoy viendo a usted"
se la mandó a guardar, loco. Puedo ver esa escena tan clara en mi mente. Es perfecta para un corto.

Mabel dijo...

que te recontra hermana mia.

si, le re cabio a la vieja. siempre me cayo mal.
(era una vieja)