01 diciembre 2009

She's Breathing Alone

Después de una cena silenciosa, tomamos unos café juntos, lo preparé yo. Mientras yo lo preparaba ella levantaba los platos, los restos, los vasos y la bebida. Hablamos entre sorbidos de café y, después de que se vaciaran las tazas, me quedé pensando en algo dicho. En ese ensimismamiento mío, ella lavó los trastos, ordenó lo que hubiera que ordenar y fue al dormitorio.
Yo, sentado, miraba el suelo entre mis rodillas, entre pensamientos derivados de la charla. Esos pensamientos no tienen relevancia ya. Fui a la cama donde ella estaba a punto de dormirse. Desvestido, me acosté a su lado y la abracé. Siempre nos resultaba más fácil dormir si sentíamos el contacto con el otro. Ella se durmió primero y yo me quedé mirándola, amándola.
¿Cuánto tiempo pasó? No sé. Pareció mucho, quizás no lo fue. Yo la seguía mirando sin siquiera sentir el sueño en la distancia. Era hermoso desde un principio verla respirar pero llegó un punto en que me hizo sentir solo. La veía cómodamente dormida, quizás estaba en un hermoso mundo mágico.
Me sentía solo y no encontraba consuelo en el pensamiento de que ella sintiera mi compañía. Al contrario, no podía dejar de pensar que ella estaba también sola y, peor aún, conforme con esa soledad. Empecé a odiar ese pensamiento que me hacía sentir mal pero, de alguna forma, ese pensamiento era ella ¿Estaba odiándola? Pero sin dejar de amarla.
La miraba, miraba su imagen pasiva y cómoda, su respiración regular y alegre como si el aire fuera todo suyo. Me estaba molestando, me estaba irritando, ella lo estaba haciendo. Me hervía la sangre que no me acompañara esa noche. Habíamos decidido vivir juntos, JUNTOS. Quise sentirla junto a mí y la acaricié.
Empecé en lo superior de su carita preciosa, con mis dedos entre sus pelos. Mi mano se deslizó sintiendo cada célula de su suave piel, todos los músculos de mi cuerpo respondían a estas sensaciones. Sin embargo, no alcanzaba sentir su piel para convencerme de su compañía. Pasé su perita y acaricié la piel de su sensual cuello ¿Qué respondían los músculos de mi cuerpo? ¿Contención? Su sensualidad…
Yo no soportaba nuestras soledades. Mi mano se cerró conteniendo su cuello. Mis dedos se tensaban. Sentía su carne. La abandonó la sonrisa que componía su sueño. No respiró más pero siguió acostada a mi lado. Y ahí estaba, conmigo. Ya no estaba sola en alguna tierra lejana de ensueño. Estaba recostada conmigo, y yo con ella al fin pude dormir.

2 comentarios:

Facundo dijo...

"Empecé a odiar ese pensamiento que me hacía sentir mal pero, de alguna forma, ese pensamiento era ella ¿Estaba odiándola? Pero sin dejar de amarla"

Celebro esto, señor Mindbleeder. Me parece buena la idea.

Lucas Kosma dijo...

Como la envidia del vigiloso ante el espectáculo del que sueña. Si, la vigilia es muy celosa, es envidiosa y ortiva, por tal: VIVAN LOS SUEÑOS.
Muy bueno, muy lindo, buen final.

Ahora, existe la palabra "sorbido"? Y "vigiloso"? La verdad, chupa un huevo.

Un abrazo, boiscaut, a ver si mañana te pasas a tomar unos verdascos.