17 febrero 2010

Estaba soñando

El señor Castirano se despertó (o no lo hizo, o lo hizo a medias, o nunca existió) con una idea fija “estoy soñando”.
Castirano no podía evitar sentir que su cuerpo era deslizado por una fuerza etérea independiente de sus propias necesidades, una fuerza que lo empujaba a algún destino de aventuras, o a un precipicio o a una calesita en la plaza de la infancia, a alguno de esos lugares en los que iba en los sueños.
La ciudad estaba despierta, el lo comprendía con toda seguridad, entendía que mas allá de que el estuviera sumergido en un sueño, los objetos que observaba e incluso el aire que respiraba pertenecían al mundo real, de ninguna manera el estaba componiendo nada de aquel sueño, Castirano permanecía soñando en un mundo despierto.
Era un sueño pegajoso, retumbante, y tenia su epicentro en la cabeza que Castirano sentía flotar por si sola, sin cuerpo sin contención y sin contenido.
Del colchón paso a estar en un puesto de diarios mirando fijo al diariero que le alcanzaba un ejemplar, sin ninguna transición intermedia, del kiosco de diarios al asiento del colectivo en una especie de pestaneo. Mirar a los pasajeros lo hacia comprender que era el único que soñaba, el caballero gordo del asiento de adelante discutía por celular ¿acaso discutiría por celular si estuviera soñando? ¿Acaso seria gordo? De ninguna manera, nadie estaba soñando excepto el.
¿De nuevo el colchón? Si. El olor, olor a jeringa descartable y suero.
El señor castirano moriría esa misma mañana y el intenso trabajo cerebral receptado por aparatos afines a tal propósito dejaría en claro que no sufrió, que estaba soñando.


(o no lo hizo, o lo hizo a medias, o nunca existió)


FEREZEBEN

2 comentarios:

Lena dijo...

UF, me gustó tanto que más que aplausos le dedicaría un "AAAGH". ¿Te imaginás si en vez de aplaudir, la gente gritara así, una sola vez, al unísono? Los espectáculos serían más divertidos.
BUENO, EN FIN.

Anónimo dijo...

Muy, pero muy zarpado. Te felicito che.
Facundo.