12 marzo 2010

Ruido de pisadas

Una hermosa rata recorría la casa de la señora Burguer Burguer
Mientras regaba las flores de su mantel oyó perturbantes pisadas
¿Fueron de quién? ¿Vienen de mí o vienen de rata?
Pisadas, de quién descienden, de quien serán, pisadas, de quién
pisan en el piso, que empiezo a pensar que serán de rata.

Su cerebro errante, truncado por años de mal uso
había dejado un ruido constante, sonante de fondo permanente
tras la cortina de su mente, una voz que la seguía
incoherente e indetenible, que la señora en cuestión
confundía con sí misma, pero era una victima inconsciente,
de su pensamiento desenfrenado.

Tras escuchar el ruido, tomó la escoba y salió a su encuentro.
No estaba segura que buscaba, ni de porqué con la escoba.
Salió a encontrarse una rata, pero finalmente se encontró un rato
tomando aire, y en el bullicio callejero olvidó su propósito,
y se puso a descansar.

Le vino bien un poco del arocma fresco a eucalicto
que brotaba de unos pinos, y tanto bien le hizo
que una magnífica visión se le apareció.
Tras unos momentos de respiración, pudo ver lo esencial,
lo invisible a los ojos. Se limpiaron las puertas de su percepción,
y ante ella se vio todo tal y como es, infinito.

Pero rápidamente las puertas de su percepción
se volvieron a ensuciar, y la señora Burguer Burguer
volvió al conocido mundo con forma y tiempo
así como a su mente parlante,
que hablaba y se contestaba, que hablaba y se contestaba.

La señora Burger Burger decidió irse caminando
por la calle Lavalle Ja hasta llegar a un lavadero.
Era uno particular, este lavadero, aquí no se lavaba ropa sino dinero.
Ella no tenía billete que lavar, por lo que siguió camino,
cuidadosamente, por la calle Espinosa.

Llegó a un segundo lavadero que tampoco era de ropa,
sino que, aún más extraño, con aspecto de consultorio
y una ducha en la puerta, un religioso cartel rezaba
“Lavadero de cerebros”. Ella, intrigada, preguntó al cartel
quien es el que aquí los lava. Y él le respondió
“ha llegado al consultorio del Doctor Pland, Bond Plad,
hipnotista empírico, empirista principiante en pujante
progreso personal, sin preocuparse que padezcan sus pacientes,
es un peligro para la medicina, le recomiendo no entrar”.

Pero una atracción irresistible condujo al dedo de la señora
Burguer Burguer hacia el timbre. No funcionaba bien
su cerebro, y necesitaba lavarlo, había llegado al lugar correcto.
Su mente no estaba afinada, y sus capacidades calificaban apenas
de homo sapiens. No era su cerebro del todo brillante,
pero tampoco era lo que se dice que no era,
lo que su cerebro dice que no es.

¡Que nuez! Pensaba el doctor Pland mientra saboreaba una fruta,
aunque la hallaba un poco seca. Y en ese momento sonó el ring.
(Tong, un viejo amigo japonés. No se por qué me acordé de él.)
En ese momento sonó el ring, como solo puede sonar un timbre,
y Pland bajó como solo pueden bajarse unas escaleras y abrió Laport.

Allí la vio. El viento rugía entre las colinas,
un águila sobrevolaba los campos montañosos,
con el atardecer mezclando la luz del sol y la luna,
en un fantástico collage de belleza cósmica, y entre tanta abrumadora magia
ante los ojos del doctor, apareció el ... bueno...no muy juvenil rostro de la señora Burger Burger.

El cartel gritaba “¡No entre!, demente se vuelve
quien se envuelve de mente. Lavado en seco,
le hará el doctor, y usted quedará en seco
con sus honorarios nada honorables”.

Pero Bond Pland tenía un buen plan, y le dijo a su clienta.
“A usted le haré un descuento, cuénteme un cuento
y yo se lo descontaré”.
La señora Burger comenzó a evocar,
y siguió evocando por horas.

Dieron las diez, y las once, las doce y la una,
y las dos y las tres, y en el psicoconsultorio
psicológico del psicópata doctor pland,
finalmente la señora Burger logró evacuar,pero se fue de boca.
Le contó la historia de un fakir que contrajo el tétano,
la historia de un chino que en China contrajo fiebre amarilla,
la historia de un ajo que contrajo peste, y arruinó el pesto, que fue tirado al pasto,
la historia de un contrabajo que se quedó sin trabajo,
y miles de historias como estas, que iban y venían, en boca de la señora Burger.

El doctor se aburría, pero no tenía tanto poder
como para interrumpir a su paciente. Escuchó y escuchó
y escuchó tanto durante días, que finalmente
su alma desesperada, abandonó su cuerpo y el doctor Pland así como todos lo conocemos… murió.

Pero afortunadamente, reencarnó en poco tiempo
en un alegre italiano llamado Sésamo Sémola,
que vivió una vida larga y plena, dedicado al cultivo de semillas,
y muy lejos de la señora Burger Burger.

Horacio Gomez se llamó la tercera encarnación del doctor Pland,
y este fue quién finalmente decidió terminar
con aquello que había comenzado vidas atrás.
Horacio Gomez era un gordito no tan macanudo,
que cargado con su escopeta, volvió al viejo consultorio
para arreglar unas pendientes cuentas kármicas.

Y allí estaba, evacuando, la anciana señora Burger.
Le apuntó, saboreando ya su venganza, cuando una pisada lo perturbó
¿Ha sido una rata o he sido yo? ¿Existió el ruido o solo Horacio lo pensó?

Y la astutísima señora Burger Burger,
aprovechó ese momento de distracción,
y se escondió rápidamente en una hoja,
en un cuento,

escrito por alguien,

hace mucho tiempo,

en un país lejano,

creo...



http://esoquevoyaestar.blogspot.com/

3 comentarios:

Lena dijo...

Me compadezco de aquellos que no estuvieron en la Fête para oirte y verte recitar esta maravillosidad.
Heller, sos mundial, che.

Evohé - revista - dijo...

UNIVERSAL, si.
Un dios el pequeño recitando, con sus miradas de costado y su fila india ( fila india de él mismo ) en el medio del escenario, teniendo algo entre manos, si, ese papelito que nos volverá locos loquitos.



Agustina.

Laura dijo...

Concuerdo con Male,genial,este es simplemente genial.Y escucharte en evohe fue buenisimo.Gracias por tu felicitacion de ayer,realmente,me dejo muy contenta(ademas teniendo en cuenta lo nerviosa q estaba por leer..jajaj)
Saludos,y espero oirte nuevamente en la prox Evohe.O en alguna reunion que arme la loca de Lena.