22 abril 2010

El precio de la libertad

"La soledad es el precio de la libertad."
Carmen Díez de Ribera.

Como no recordar esas películas policiales que repiten siempre el mismo argumento, donde un detective ya entrado en años, vive su trabajo al límite, obsesionándose con sus casos, al extremo de poner en riesgo su salud mental y física. Rodeado de gente que le aconseja el retiro y una vida tranquila en su casa. “¿Qué me puede ofrecer esa vida? Nada." murmura, siempre ofuscado, el personaje en cuestión.
Rechazando con fuerza la idea del retiro, la idea de cambiar su forma de vida actual por esa vida alienada, sin aventuras, del hombre suburbano regular, dedicada a lavar el auto los domingos, pagar impuestos y mirar tv. Toda la vida han escapado de eso, simplemente les parece despreciable y digno de un cobarde... la vida de un cobarde.
Su trabajo, es a la vez su forma de vida, lo que le da sentido a su existencia y lo que lo diferencia de "los otros".
Siempre los vemos en sus pequeños departamentos, llenos de suciedad, donde beben hasta dormirse, solos, con una ex mujer que los ha dejado (justamente) por su trabajo y algún hijo que se niega a verlos. Son personajes en los cuales convive la paradoja de ser parte de la ley, y a la vez, vivir fuera de ella, fuera de la convención social, siendo entonces unos forajidos, unos marginales por elección.
Esa es también la vida del escritor, la vida de un periodista, pero no de cualquiera, hablo de aquellos que honran la mística de su profesión y que a la vez también le faltan el respeto para correr siempre un poco más los límites.
Hablo de tipos como el escritor Charles Bukowski, quien alguna supo escribir “Francamente, me horroriza la vida. Me horroriza lo que un hombre tiene que hacer para comer, dormir y mantenerse vestido”, o el periodista americano Hunter S. Thompson quien confesó “He estado la mitad de mi vida tratando de alejarme del periodismo, pero es un habito peor que la heroína. Un extraño y sórdido mundo lleno de marginales, borrachos y fracasados”, también del coterráneo, escritor y periodista, Enrique Symns. Ellos han caminado por el abismo de sus profesiones, bordeándolo con peligro permanente de caerse, arriesgándose en el peligroso mundo de la creación, adentrándose en lo más hondo. Noches de bohemia y bares de mala muerte, cigarrillos y frustraciones, amigos confidentes y mujeres que traicionan.
Quizás ambos, escritores y periodistas, con culpa tratemos de encauzar nuestra vida, escribiendo algo digno, algo que nos supere. Y quizás con culpa aquellos personajes del cine traten de hacer justicia, algo que los purifique, algo por los demás... Pero es en vano, todo lo hacemos por nosotros, por nuestro egoísmo. Es nuestra manera de vivir adentro de una metáfora heroica del perdedor, del antihéroe que lucha hasta el final.
Nunca quisimos hacer una carrera en una empresa respetable que después de años de servicio solamente nos dé una mísera jubilación y una lapicera con nuestro nombre, ni tener una esposa perfecta a la cual besar antes de dormir, ni fines de semana de ocio.
La soledad es el precio que pagamos por esa libertad, por no querer ser uno más, por no querer aceptar la vida burguesa que la mayoría elige, con sus éxitos y fracasos medidos en una escala con criterio empresarial... "Esos pequeños fracasos de esos pequeños hombres en su gran fracaso llamado vida."

Y en el final de nuestras vidas acorralados por nuestras obsesiones, encerrados en el mismo departamento que vemos en la gran pantalla (metáfora también de nuestras mentes) con bibliotecas llenas de libros y una vieja máquina de escribir, nos lamentamos y añoramos todo lo que no está, todo lo que alejamos de nosotros, todas esas mujeres que ahuyentamos... Pero volvemos a llenar el vaso y mientras bebemos otro trago, nos echamos a reír.
…Imposible escapar...
Como en la película "The Pledge" (2001), donde vemos a Jack Nicholson como un detective con sobrepeso y pelado, en el final de su vida, retirándose de la policía. Compra una casa en las afueras de la ciudad, charla amablemente todos los días con sus vecinos, hace las compras y en los fines de semana va a pescar. Pero nada de eso es suficiente, nada de eso sirve, cuando se da cuenta que los fantasmas del pasado lo siguen acechando para no dejarlo nunca en paz. Cual escritor acechado por sus demonios, que a gritos le piden bajar al papel...
Esta soledad, esta libertad en una jaula son imposibles de dejar... Son la mejor forma de vivir y de morir que encontramos en este mundo.


















http://unfrioyrotoaleluya.blogspot.com

1 comentario:

Lucas Kosma dijo...

Che, bien argumentado.
Podríase agregar además la vida del músico (no cualquier músico) del matemático (no cualquier)del pintor (bla) del heladero (por qué no, y me acuerdo de un capítulo del laboratiorio de Dexter). El germen viene a ser inmanente a la pasión, no? El modo de canalizarla es indistinto, quizá.
De todos modos, es mejor no canonizar desenlaces a las vidas, vaya a saber uno qué.

Repito, me gusto mucho tu manera de arrastrar el tema.