04 junio 2010

Mateo


  Arrugar mucho la cara es lo más parecido a llorar. Demasiados actores son ejemplo. También, se puede esconder la cara entre las manos pero es caer en la obviedad. Me contaron de unas gotas que usan, que irritan sus ojos para hacerlos cascada. En serio. Me pregunto si el efecto es instantaneo o progresivo. Llorar. Deshacerse en agua salada. Mateo no llora. Pasa sus días siendo juegos y destrucción. Mateo lo destruye todo porque no tiene miedo. A veces, muerde los cables o rompe los vidrios, y no es consiente de que todo eso va a mudarse en fatalidad. En Mateo no existe la fatalidad. Es bastante absurdo, quizás la ausencia de esa fatalidad signifique que Mateo ya está muerto o que Mateo es inmortal. Creo que lo es. Creo que Mateo es inmortal. Está condenado a ser una eternidad de juegos y destrucción.
De todas maneras, estoy seguro de que le duelen mis esporádicas ausencias. Mateo no es bicicleta, pero quiere serlo cuando me ve irme con ella, que parecía tan inofensiva, tan quieta, tan estacionada y que ahora se precipita violentamente en aceleración y ruedas y piernas.
Todavía no conoce el invierno porque nació en verano. Va a haber una guerra entre Mateo y el invierno. Somos bichos de calor y no de groseras mañanas de mil bufandas que suelen terminar en los cordones de la vereda. Porque no hay otro lado, porque la bufanda es de la calle y no de la percha ¿Para qué volver al encierro de la casa, al calor de la estufa, si hay tanto frío que curar?
Mateo lo entiende todo así, todo con alma, todo con amor o con odio. La otra vez vio pasar un avión (¡El primer avión!) y pensó que era un dragón. Lo miró dos segundos y se aburrió, a otra cosa, a hacer un pozo o a jugar a la mancha. Nada lo maravilla demasiado. No es su culpa, lo que pasa es que Mateo es conciente de que todo en él es maravilloso y aprovecha la ternura porque ¿Que le voy a decir? Me mira tan herido con los ojos enormes después de destruirlo todo que no puedo no llenarlo de abrazos y redención. Basta, Mateo. Si, Mateo. Te quiero, Mateo.


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